El pasado jueves 24 de septiembre, la doctora en Educación Carina Kaplan brindó una charla abierta a través del canal de Youtube “Posgrado UNAHUR”. La especialista abordó la cultura afectiva en las instituciones en tiempos de pandemia. Moderaron el encuentro la Mg. Mariana Mendonça y el Dr. Iván Orbuch, coordinadores del Observatorio de Política Educativa de la Universidad Nacional de Hurlingham.

Kaplan investiga la temática de la emotividad desde hace mucho tiempo. Sin embargo, dice, la pandemia lleva a recrear categorías y formas de pensamiento. “Para iniciar nuestra conversación –introdujo–, quisiera partir de un supuesto: es preciso aceptar que, junto con la necesidad de producción y transmisión de conocimientos académicos y disciplinares, nos moviliza el hecho de que somos seres sentipensantes”. Enseguida subrayó la necesidad de reflexionar sobre la afectación subjetiva personal en los modos de hacer docencia e investigación y sobre la mirada que se construye sobre las subjetividades estudiantiles.

“Nos queda una deuda pendiente que la experiencia inédita de la pandemia deja visible a los ojos de todas y todos: debemos profundizar y problematizar la construcción social de las emociones en la vida escolar y en la vida universitaria”, alertó. Y agregó: “Es hora de abandonar las viejas antinomias entre vida académica y vida afectiva en camino a una pedagogía humanizadora. Llegó la hora de legitimar la emotividad como un elemento cultural que posibilita fabricar lazos sociales en nuestras instituciones educativas”. La emergencia sanitaria, por otra parte, planteó el desafío de lograr proximidad afectiva en contextos de distanciamiento físico.

La especialista se refirió luego a que la gramática de las emociones abre la dimensión de lo humano en nuestras relaciones sociales. “Constituir lazos junto a otras y otros es lo que dota de sentido a nuestro existir –aseguró–. Las emociones cobran su sentido más hondo en las relaciones de intersubjetividad”.

Además de algunas certezas, Kaplan compartió una serie de interrogantes. En primer lugar, se preguntó acerca de la manera de recuperar la dimensión de la afectividad para el establecimiento de políticas educativas a nivel macro y microinstitucional. En segundo término, se refirió a la dificultad para recuperar el valor de la emotividad sin caer en las trampas del mercado: “¿Qué muestra y qué oculta la moda de las emociones? Me distancio de las perspectivas que consideran que las emociones están en el cerebro, porque considero que forman parte de las construcciones culturales”.

Kaplan dedicó el resto de su exposición a un sentimiento vertebrador de las relaciones humanas: la construcción social del respeto y de su contracara, el menosprecio. “Me preocupa mucho cómo se construyen sentimientos de inferioridad en contextos de desigualdad”, señaló. En este sentido, mencionó el aporte de la sociología figuracional de Norbert Elías para entender cómo se estructuran las disposiciones para sentir en los procesos de socialización escolar: “No se puede hablar de emociones sin hablar también de una historia de su construcción. Las emociones individuales son, además, sociales e históricas”.

La doctora en Educación aludió luego al pensamiento de la socióloga Eva Illouz, quien estudia cómo el capitalismo favorece y legitima ciertas emociones en desmedro de otras. “El mercado capitalista –apuntó–considera que tenemos que ser felices a toda costa. Fíjense hasta qué punto esa moda es dañina para la construcción de la subjetividad en un contexto de tanta pérdida y de tanto sufrimiento social”. Y añadió: “Es importante saber que no hay emociones positivas y negativas, como dice el mercado. La tristeza no es una emoción negativa; sino que nos constituye”.

Kaplan insistió en que las experiencias subjetivas-afectivas son interdependientes de la estructura social. Por eso, “las emotividades asociadas al respeto y al menosprecio ocupan un lugar central en la producción de las experiencias de las y los jóvenes que transitan las escuelas y son una vía de comprensión de las relaciones imbricadas entre la estructura social y la estructura psíquica”. La especialista, siguiendo al sociólogo Richard Sennett, sostuvo que “las desigualdades de género, étnicas y de clase constituyen uno de los mayores obstáculos en las expresiones de respeto mutuo”.

El problema alrededor del respeto radicaría, entonces, en que se trata de “un bien simbólico escaso y en que solo un pequeño número de individuos es objeto de reconocimiento”. A continuación, observó que las y los jóvenes son quienes están demandando respeto, porque esa es una vía de encontrar reconocimiento. “Vivimos bajo cadenas de generación de exclusión material y simbólica –dijo–. Adquiere relevancia la pregunta por las relaciones de respeto o menosprecio que se construyen en la vida escolar”.

“La palabra respeto –continuó– proviene del latín respectus, compuesta por el prefijo re, que significa de nuevo, y spectus, que proviene del verbo specio y significa vermirar. Por lo tanto, respetar es mirar dos veces, mirar en profundidad, comprender las condiciones materiales y simbólicas de las otras personas. Es mirar más allá de las primeras impresiones; es decir, no estigmatizar. El respeto necesita ampliarse, ensancharse. Eso es lo que hacemos en la escuela y en la universidad”.

En el cierre de su exposición, Kaplan subrayó que el orden social es fundamentalmente afectivo. “Una perspectiva de análisis sobre la vida emocional en la trama vincular –concluyó– precisa partir de que ningunas de las formas de comportamiento ni las disposiciones para sentir son naturales, aunque así se perciban. Por lo tanto, tenemos que potenciar aquellas emociones que permiten mayor valía y estima social”.

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