Si se pudiera elegir, tanto del mundo de los vivos como del de los muertos, cualquier persona con quien compartir un café, Mario Levrero sería una excelente opción. El libro de Pablo Silva Olazábal tiene el mérito de sentarnos frente al pensamiento de uno de escritores latinoamericanos más singulares y enigmáticos.

Conversaciones con Mario Levrero compila un largo y electrónico intercambio epistolar entre el célebre escritor uruguayo y el periodista Silva Olazábal. A la primera edición de 2008, el volumen publicado en 2013 por la Editorial Conejos le agrega un breve ensayo sobre la obra de Levrero, de Ignacio Echeverría, y una entrevista de 2007 a cargo de Álvaro Matus.

Levrero nació el 23 de enero de 1940 en Montevideo y murió, a los 64 años, en esa misma ciudad. Sus novelas más reconocidas son La ciudad (1970), París (1979) y El lugar (1984): a esas tres obras él mismo las agrupó bajo el nombre de “trilogía involuntaria”. Sus cuentos también ofrecen una muestra concentrada del universo ficcional levreriano: Random House publicó en 2019 un volumen que los reúne a todos.

El escrito uruguayo, más que cultor de la literatura fantástica, estuvo empeñado en sospechar de la existencia de contornos precisos que demarcan la “realidad”. Tanto los fenómenos parapsicológicos como cada una de las manifestaciones del inconsciente integran una atmósfera ficcional densa y perturbadora. El crítico Pablo Roca dijo que Levrero practicó un “realismo introspectivo”. En ese caso, lo cierto es que el narrador uruguayo supo convertir ese laberinto interior en un lugar que lectoras y lectores pueden visitar, recorrer y sentir.

“En mi opinión, lo principal, casi diría lo único que importa en literatura es escribir con la mayor libertad posible. En todo caso podés usar técnicas para corregir, pero jamás para escribir”. Estas son las palabras de Levrero que Silva Olazábal elige para inaugurar sus conversaciones. Este libro invita a conocer la obra del montevideano, pero también a escribir. “Cuando el autor sabe demasiado sobre el argumento, a veces se apura a contarlo, y la literatura va quedando por el camino. La literatura propiamente dicha es imagen”, sigue Levrero.

Conversaciones… muestra las costuras de la literatura levreriano, y eso sucede porque quien pregunta –Silva Olazábal– se posiciona como aprendiz frente a un maestro. Esta curiosidad de lector-escritor es atendida con rigor por las respuestas de Levrero. “Me doy cuenta de que un cuento termina porque no veo cómo seguirlo”, plantea entre tantas otras cosas. El narrador, por otra parte, concibe a sus novelas como “una serie de climas indecibles”, “como trozos de vida personal que se agregan a la memoria del lector”. Después de declaraciones de ese tipo, es difícil no emparentar su obra con la de Franz Kafka.

Silva Olazábal se aprovecha de la generosidad de su interlocutor y, como si lo tuviera atado a la silla de un café imaginario, le pregunta por todo. Aparecen las valoraciones sobre las escritoras y escritores más variados: Octavio Paz, Chandler, Hammet, Lispector, Saramago, Borges y, por supuesto, OnettiConversaciones… tiene el doble mérito de animarnos –y arrimarnos– a leer la obra de Levrero y a experimentar con la escritura.

@AAUNAHUR