“Me había quedado pendiente estudiar una carrera universitaria. Cuando mi hijo menor tenía casi dos años, la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) llegó al barrio y supe que era mi oportunidad”, sostiene Fabiana Díaz, docente de nivel secundario y estudiante de Ingeniería Eléctrica en la UNAHUR.

Apenas egresó la escuela secundaria, Díaz tenía claro que quería pasar por la Universidad. Aunque esa meta se pospuso, finalmente la alcanzó: no solo cursa el cuarto año de Ingeniería Eléctrica, sino que también es alumna asistente de la materia Introducción al Análisis Matemático. “Cuando terminé el secundario, empecé a trabajar para asentarme económicamente y poder estudiar –cuenta–. A los 19 años quedé embarazada y tuve que posponer los estudios”. Cuando su hijo mayor ya estaba en edad escolar, en 2003, decidió estudiar el Profesorado en Matemática. A lo largo de ese recorrido se casó, tuvo otros hijos y se recibió de Profesora de Matemática, en 2011; y de Profesora de Inglés, en 2013.

Díaz es vecina de Hurlingham y tiene cuatro hijos: el mayor tiene 21 años; y el menor, 5. Cuando la UNAHR abrió sus puertas, no quiso dejar pasar la oportunidad de estudiar una carrera universitaria sin tener que recorrer largas distancias para hacerlo. “En 2017, empecé con mi hermana gemela, que es maestra, la carrera de Biotecnología. Si bien la experiencia me resultó muy linda, me di cuenta que no era lo mío”, relata. En 2018, entonces, decidió inscribirse en Ingeniería Eléctrica: “Es una carrera con más matemática y tiene mucho que ver con mi vida: mi marido y mi papá son electricistas”.

El recorrido docente de esta estudiante hizo que, en poco tiempo, se convirtiera en una referencia para sus compañeras y compañeros de la UNAHUR: “Estar en contacto con la docencia hace que tenga herramientas para ayudar a mis pares. Antes de anotarme como alumna asistente, ya estudiaba con ellos, les explicaba algunas cosas básicas que iban a necesitar para avanzar en la carrera y les insistía para que practicaran todos los días. En matemática no alcanza con ponerse a estudiar una semana antes”, dice. Díaz tiene algo muy claro: siempre se propuso que los estudiantes dejaran de tenerle miedo a la matemática.

Cuando surgió la posibilidad de concursar para el cargo de alumna asistente, algunos profesores animaron a Díaz para que se postulara. El comienzo de su nuevo rol coincidió con la interrupción de las clases presenciales y, por supuesto, la alumna asistente debió adaptarse a una nueva configuración de su tarea. “Al final de la cursada de 2020, hicimos una encuesta y los estudiantes reconocieron nuestra importancia para favorecer el nexo con los docentes”. Además, Díaz tuvo que familiarizarse rápidamente con nuevas herramientas. Por ejemplo, con las tabletas graficadoras que permiten compartir lo que se escribe durante las videollamadas.

Durante la pandemia, el rol de las y los alumnos asistentes terminó por mostrar su relevancia. Si bien a veces se asiste a las y los profesores en la explicación de algunos contenidos, la tarea presenta otros desafíos no menos decisivos. Detalla Díaz: “Estamos para sostener el vínculo. Les transmitimos preguntas al profesor, estamos atentos los días previos a los exámenes, recogemos las dudas que circulas en los grupos de WhatsApp. Ese contacto le da calma al estudiantado”. Además, muchas de las consultas, sobre todo en una materia de primer año como Introducción al Análisis Matemático, tienen que ver con cuestiones administrativas o técnicas: cómo inscribirse a una beca Progres.ar, cómo utilizar el campus virtual, etc. “Nuestro rol está muy diversificado y es importante para apoyar a quienes recién empiezan”, sintetiza la estudiante. Y concluye: “Este proyecto del alumno asistente, además ser algo hermoso y gratificante, sirve para crecer profesionalmente dentro de la universidad y abre otras posibilidades de trabajo”.

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