Claudia Torre, directora del Profesorado Universitario de Letras de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), presentó el primer encuentro de “Las Palabras y las cosas”. Este ciclo, que se realiza por sexto año consecutivo, es coordinado por los profesores Carlos Battilana y Martín Sozzi. En la cita del pasado 17 de septiembre, el invitado fue el escritor, editor y profesor Sergio Delgado.
“Para este 2021, pensamos como eje a las obras completas”, introdujo Battilana. En ese sentido, la figura de Delgado se vincula de manera estrecha con la construcción de obras poéticas completas. El invitado del primer encuentro del año estuvo a cargo de reunir la obra de dos notables poetas argentinos: Juan L. Ortiz y Juan Manuel Inchauspe. En ambos casos, los volúmenes estuvieron acompañados por textos críticos.
Sozzi presentó los aspectos más salientes de la carrera de Delgado: “Nació en Santa Fe y vive en Francia desde 1999. Publicó los libros de relatos La selva de marte (1994) y La laguna (2001). Las novelas El alejamiento (1996), Al fin (2005), Estela en el monte (2006), El corazón de la manzana (2009), Al alba (2011) y La sobrina (2019). Enseñó cine, arte y literatura en la Universidad Nacional del Litoral y en la Universidad de Bretaña Sur. Actualmente, desarrolla la docencia en la Universidad París Este”.
¿Cómo se puede definir una obra? De acuerdo con Delgado, “hay que desmitificar la idea de obra, desacralizar la idea de texto. Y, a partir de ahí, abordar el problema”. Enseguida agregó: “Desde mi punto de vista, el editor es un crítico: ordena las cosas de acuerdo con su perspectiva. Es decir, se plantea el problema global de cómo dar la idea de algo completo”. En algún sentido, ninguna obra es completa. Señaló el invitado: “La idea de obra es un interrogante que cada lector va a ir resolviendo a medida que conoce al autor. Un lector puede decidir fácilmente que la obra de un poeta es un solo libro o un solo poema. Ninguna edición de obra es definitiva”.
El caso de Juan L. Ortiz. Delgado resaltó que el escritor entrerriano pudo publicar su obra completa en vida (tres tomos que salieron de la imprenta en 1970). Aunque luego anunciaría un cuarto tomo que nunca llegó a publicar. Luego, Delgado se detuvo en algunas singularidades de la producción de la obra de Juan L.: “Él editaba sus propios libros. También les daba unos bonos a sus amigos, que pagaban por anticipado la obra que publicaría. Editó prácticamente la mitad de su obra en diez libros de poemas. En 1958, decidió no hacer más ese trabajo de editor. Desde 1958 hasta 1970, siguió escribiendo y esa producción oculta durante doce años apareció recién en El aura del sauce, que tiene los diez primeros libros y tres más que se incorporan como inéditos”.
En 1996, Delgado, junto con un equipo de críticos, se propuso editar la obra completa de Juan L. Ortiz. “Uno de los primeros problemas por resolver –cuenta– era el del cuarto tomo. Fueron aparecieron materiales, pero nunca el cuarto tomo como algo resuelto. Debimos armar un sistema para incorporar todos esos materiales”. Esta primera edición de la obra completa de Juan L. se agotó y se impuso la necesidad de publicar una segunda edición en 2020: “Habían aparecido otros materiales, surgieron nuevas perspectivas críticas. Es algo que en nuestra práctica debería ser relativamente frecuente: cada tantos años, volver a reeditar una obra que revise la edición anterior, que actualice su aparato crítico. Ninguna obra es completa, y tampoco ningún trabajo crítico”.
La vida póstuma del autor. “El caso emblemático es el de Kafka –comentó Delgado–: no publicó ningún texto y, antes de morir, pidió que se destruyera su obra. Max Brod tomó la decisión de publicar todo”. Y añadió: “¿Quién es el propietario de los derechos de una obra? ¿Es el autor o los herederos? Una obra se convierte en patrimonio de una comunidad, es algo colectivo. Hay una paradoja: el escritor quiere impedir que se publiquen sus propios textos cuando ya esté muerto como si estuviera vivo y, al mismo tiempo, si esos textos se publican, le dan vida posible a ese autor. Es un problema teórico fascinante. Como editor estoy por los derechos públicos: no creo en el derecho a la propiedad intelectual. Después de la muerte de un escritor, su obra debería pasar a dominio público”.
Editoriales universitarias. “Hoy son las que, desde distintas perspectivas, se hacen cargo de esa necesidad colectiva de resguardar los textos; se hacen cargo de las obras completas. Es algo que dejaron de hacer las editoriales comerciales”.
En los últimos minutos, Delgado también dialogó con algunas de las reflexiones del público que siguió el encuentro vía videoconferencia.
@AAUNAHUR
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