En el marco de la asignatura Pedagogía 1, a cargo del Mg. Gustavo Galli, se realizó el encuentro “Apasionarse entre lo colectivo y lo singular: trayectorias posibles en Educación Especial”. La cita fue el pasado 3 de julio en el aula 2 del edificio “Malvinas Argentinas” de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) y contó con la presencia de cuatro integrantes del equipo directivo y docente del Centro Educativo para Niños en Tiempos y Espacios Singulares (CENTES) N° 3 de Villa Luro (CABA).
“Durante el transcurso del cuatrimestre –relató Galli– surgieron dos inquietudes entre los estudiantes: cómo trabajar en el aula con quienes no quieren y con quienes, por alguna razón, no pueden”. El objetivo del encuentro, entonces, fue profundizar el pensamiento sobre esos problemas planteados mediante el intercambio con docentes especializadas en trayectorias escolares singulares.
El CENTES N° 3 es una escuela pública que depende del Área de Educación Especial del Gobierno de la CABA. La institución recibe niños y niñas de entre 3 y 12 años con problemas graves en su estructuración subjetiva, que no pudieron ser acogidos en otros ámbitos educativos. “Muchas veces los dispositivos característicos de las escuelas no se ajustan a las características de estos niños o no se cuenta con los necesarios”, explicó la psicóloga Noelia Fattori. A continuación, la docente del CENTES N°3 detalló algunas de las características más frecuentes entre sus estudiantes: “Se trata de chicos con dificultades o ausencia en el lenguaje y con algún tipo de desconexión con el entorno”. Actualmente, se está llevando adelante una lucha para que se abra un CENTES N° 4 en el sur de la CABA.
María Jimena Albareda, directora de la institución, específico las formas en que se trabaja con los niños. Dentro de las aulas, dos docentes (también psicólogas o psicopedagogas) se ocupan de un grupo reducido de unos cinco alumnos. Además de las maestras de grado, se dispone de un equipo interdisciplinario integrado por una psicopedagoga, una trabajadora social, una fonoaudióloga y una especialista en psicomotricidad. También hay docentes de Plástica, Música, Tecnología y Educación Física. Por otra parte, se realizan ateneos todos los días, que son espacios formales de reunión en que los adultos de la institución reflexionan sobre sus prácticas y buscan alternativas para llevar adelante intervenciones pedagógicas que respeten las singularidades de cada niño.
Albareda insistió en la responsabilidad ética que implica educar a todos los chicos y, por eso, afirmó que su trabajo apuntaba a crear condiciones de posibilidad para que cualquier chico pueda estar en la escuela. A continuación, Fattori relató cómo lograron que un niño de seis años que gritaba y giraba sobre sí mismo en el aula pudiera sumarse a las actividades del grupo: “Descubrimos que unas tiritas de tela eran un objeto que lo calmaban y ese fue el punto de partida para trabajar con él”. Luego, la psicóloga Carolina Márquez relató el caso de otro niño, también de 6 años, cuyo nombre empezaba con J y, sin embargo, escribía la letra E cuando se le pedía que escribiera la primera letra de su nombre. Esa propuesta que llevaba el niño terminó siendo aprovechada para ayudarlo a desprenderse de su objeto preferido (una patineta), que le impedía participar de las actividades grupales. “La maestra dibujó una E dentro de un círculo rojo y la pegó en una pared. De esta manera, creó un lugar seguro donde el niño puedo estacionar su patineta”, cuenta Márquez.
A partir de los dos casos relatados, se abrió el intercambio con los estudiantes de la UNAHUR. La pregunta disparadora fue ¿Cómo crear condiciones de educabilidad para chicos como los de los casos narrados? Uno de los grupos propuso trazar diferentes caminos de letras E para que el niño pudiera cambiar su rutina todos los días y así enfrentarse a nuevas experiencias. Albareda rescató la intervención y aseguró: “El juego es el centro de nuestro proyecto escuela”.
Fattori, por su parte, rescató la importancia de construir una escuela que aloje las diferencias en lugar de expulsarlas y que acepte otras maneras de estar en el mundo: “No se trata de adiestrar cuerpos, sino de alojar”. Márquez explicó que, cuando se trabaja con niños que tienen una decisión activa de rechazo a las propuestas del adulto, es necesario encontrar aquello que el alumno no rechaza: “Es un trabajo artesanal que lleva tiempo y que requiere de otros tipo de escuela. Siempre hay algo que el niño no rechaza y encontrarlo es una obligación ética”.
@AAUNAHUR
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