Fio Silva nació en 1991 y es oriunda de Villa Tesei, Hurlingham. Se dedica principalmente a pintar murales en el espacio público. “Me defino como pintora. Mi trabajo es un oficio”, dice. En 2019 llevó su arte a Grecia, Albania, Kosovo, Francia, Croacia, Bolivia y Aruba.
¿Cómo fueron tus inicios en la pintura? ¿Dónde aprendiste a pintar?
Empecé a pintar en la calle. En ese momento estaba estudiando Diseño de Imagen y Sonido (UBA) y una amiga me regaló unos aerosoles para mi cumple. Salí a probarlos a la calle y me encantó pintar en el espacio público. Empecé a buscar paredes por mi barrio y a practicar de esa manera. En esa búsqueda conocí a otra gente que pintaba y aprendí sus técnicas. Pero nunca estudié pintura.
“El espacio público es una representación de quiénes somos como sociedad”.
¿En qué medida la intervención artística en el espacio público es también política?
Creo que el espacio público es una representación de quiénes somos como sociedad. Entonces, es un lugar que cambia constantemente y tiene que cambiar constantemente. Cuando pinto un mural jamás espero que perdure. Todo lo contrario, es algo efímero. Me llevo la experiencia, las cosas que viví mientras estaba pintando, las cosas que me pasaron. Creo que está bueno que entendamos al espacio público como un lugar que es de todes: cualquiera puede intervenirlo. Y está bueno que haya cosas que nos gusten y que no nos gusten, para preguntarnos por qué están ahí y tener varias voces. Tiene que ser así, totalmente libre. Yo pinto paredes, pero hay un montón de otras expresiones que se dan en ese espacio. Es el mejor lugar para ir a decir algo, me parece.
En tus murales aparecen animales como águilas, pulpos o flamencos en paisajes muy grises del conurbano. ¿Ese contraste es parte de una búsqueda?
Ese contraste efectivamente se genera entre los elementos orgánicos y un paisaje urbano, gris, en el que muchas veces no hay ni siquiera un árbol. Mi intención nunca fue generar eso. Elegí a los animales y a los elementos orgánicos porque me interesa expresar algo vivo. Capaz que ahora sí soy un poco más consciente de eso y, cuando viajo para pintar, trato de trabajar un poco con la fauna del lugar o con elementos más puntuales. Después, creo que un montón de murales o graffitis, por el color y la temática que tienen, decantan en generar ese contraste. Porque antes había una pared gris y vacía, y de repente hay un contenido, una información.
“Elegí a los animales y a los elementos orgánicos porque me interesa expresar algo vivo”.
El movimiento de mujeres que irrumpe fuertemente en la Argentina a partir de 2015, ¿influyó de alguna manera en tu arte o cambió el sentido de tu intervención en el espacio público?
En mis comienzos, pintaba solamente con pibes. En ese momento, no me hacía un planteo sobre por qué no había otras chicas, o no era consciente de las desventajas que tenemos las mujeres. Antes me preguntaban qué se sentía ser una chica en un ambiente de pibes, pero ahora me doy cuenta que esa pregunta ya está mal formulada porque da por hecho que no hay chicas que estén pintando. En realidad, siempre hubo chicas que pintaban. Lo que pasa es que no tienen la visibilidad que tienen los hombres. A partir de todo este movimiento y de toda esta concientización que estamos teniendo cambiaron un montón de cosas. Hoy por hoy, creo que hay una visibilidad un poquito mayor de las mujeres que pintan en la calle. Hace tres o cuatro años que conozco cada vez más chicas que pintan. Estamos más comunicadas y nos compartimos información y dudas. Incluso, hace dos años se creó AMURA, la Asociación de Muralistas Argentinas, una organización federal que reúne a unas 300 chicas.
@AAUNAHUR
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