En el marco de las III Jornadas Internacionales y V Nacionales de Ambiente “Soberanía y gestión de los bienes naturales comunes”, organizadas por la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) y la Universidad Nacional de Moreno (UNM), el doctor en Ecología Gilberto Gallopin ofreció la conferencia inaugural. Su exposición se desarrolló en la modalidad virtual el pasado 12 de mayo, bajo el título: “Complejidad, incertidumbres y bifurcaciones. Hacia dónde vamos”.
Gallopin es un reconocido experto en ecología y desarrollo sostenible. Investigador independiente y referente ineludible en asuntos vinculados al medioambiente, fue asesor regional para políticas ambientales en la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe; director del Programa “Sistemas para el Desarrollo Sostenible” del Instituto Ambiental de Estocolmo; y líder del Programa “Manejo de Tierras” del Centro Internacional de Agricultura Tropical de Colombia. También fue presidente ejecutivo de la Fundación Bariloche.
“El modelo de ‘desarrollo’ actual es insostenible a largo plazo”. Ese fue el punto de partida de Gallopin. La falta de viabilidad del modelo vigente no se evidencia solamente en el nivel ambiental, sino también en el terreno social y económico. De acuerdo con el concepto de huella ecológica, que se utiliza como indicador del uso de recursos naturales, puede afirmarse, señaló el especialista, que estamos en una situación de sobregiro ecológico: “Desde fines de 1970, la humanidad excede cada año el uso de recursos que es capaz de regenerar en ese mismo lapso de tiempo”. Así es como, en 2016, todos los recursos consumidos a partir del 8 de agosto fueron en exceso y no pudieron ser regenerados por la tierra durante ese año. La crítica situación ambiental es acompañada de una no menos crítica situación social. Si en 2010 unas 400 personas concentraban las mismas riquezas que el 50% más pobre de la población mundial; en 2015, ese grupo de privilegiados se redujo a 60.
“Vivimos en la era del Antropoceno –señaló el investigador–, es decir, una etapa en que las actividades humanas tienen un impacto significativo sobre el planeta”. Ese impacto se aceleró radicalmente a partir de 1950 y llevó a una nueva situación de la historia de la Tierra. Explicó Gallopin: “El sistema Tierra se encuentra en un estado no análogo, o sea, que nunca experimentamos desde el nacimiento de la civilización”. Este nuevo escenario se compone de distintas variables que es necesario considerar en su conjunto: interdependencia global ecológica; complejidad; conectividad; interdependencia; irreversibilidad; incertidumbre; y aceleración de cambios y cambio ambiental global crecientes.
En este contexto, según el especialista, ya es obsoleto el concepto de soberanía que sí era útil en el siglo XIX. Por eso, considera que es un grave error que se insista en buscar soluciones sectoriales tanto en la ciencia como en la política. “Las soluciones deben ser sistémicas”, aseguró. Y agregó: “Es necesario considerar el complejo ecosistemas-sociedad”, que abarca desde los recursos naturales y los ecosistemas hasta los procesos económicos y los factores institucionales. Por eso, afirmó que “no puede resolverse un aspecto sin tomar en consideración el resto”.
Gallopin dedicó un momento de su conferencia a analizar los desafíos y oportunidades para América Latina y el Caribe. “El nuevo paradigma científico-tecnológico –consideró– es interesante desde el punto de vista ambiental”. Así, es posible encontrar muchas tecnologías que no requieren de la producción en escala ni de grandes recursos. Por otra parte, muchas de ellas son intensivas en conocimiento más que en capital y trabajo. “La región –opinó– debe adoptar grandes opciones sociales más que nuevos conocimientos y tecnologías que ya están relativamente disponibles”.
Luego, compartió algunas conclusiones sobre el escenario latinoamericano. Por un lado (el del optimismo), no hay limitaciones ecológicas serias para la satisfacción sostenible de necesidades humanas ni una carencia crítica de tecnología. Por el otro, sin embargo, el cambio climático global tendrá un impacto importante que dificultará sostenibilidad de la región. Para aprovechar oportunidades y minimizar riesgos, Gallopin mencionó algunos ítems que deberían ser tenidos en cuenta: el pluralismo productivo y tecnológico contra las tendencias actuales de homogeneización; la hibridación tecnológica y las soluciones de simplicidad sofisticada que se valgan de la alta ciencia.
“Por los próximos cien años –aseguró el investigador–, vamos a vivir en cambio permanente y no estamos preparados para eso. Estamos acostumbrados a pensar que el futuro va a ser una continuidad del pasado, pero ya no es así”. Este dinamismo, entonces, requiere de estrategias que, en todos los casos, tienen que ser desarrollados mediante el trabajo cooperativo de las distintas naciones. Por ejemplo, solo una planificación interestatal puede regular cuencas hidrográficas en América Latina. Gallopin también se refirió a los tipping points, esto es, zonas del planeta que pueden sufrir cambios bruscos y afectar globalmente. Tal es el caso de la selva amazónica.
La pandemia de COVID-19, de acuerdo con el especialista, vuelve aún más urgente la pregunta acerca de qué mundo queremos. El destino, afirmó, no está sellado y existen varios mundos posibles: escenarios de barbarización, degradación o de millonarios atrincherados en burbujas de riqueza; pero también de ecocomunalismo o de una nueva sostenibilidad conectada, que no se base en el consumismo. “Quizá necesitemos de una nueva ética global, regional y nacional”, concluyó.
@AAUNAHUR
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