En el año 2006, se sanciona la Ley N° 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI) en la Argentina. La ESI como política educativa garantiza el derecho de infancias y adolescencias a recibir información científica y actualizada, promover la adquisición de competencias y el desarrollo de habilidades psicosociales que favorezcan la vivencia y el ejercicio de una sexualidad libre y responsable. Esta ley no resulta un hecho aislado, sino que concentra un conjunto de normas y compromisos nacionales e internacionales que nuestro país promueve como parte de las políticas de Derechos Humanos. Se enmarca en una perspectiva que problematiza y cuestiona las normas sociales de género que reproducen lógicas patriarcales y violentas. Es por eso que la ESI asume un carácter trascendente, en tanto derecho que habilita el ejercicio de otros derechos. Sienta las bases para que desde el sistema educativo se eduque en sexualidad integral, habilitando un camino para cambiar historias de silencio, desigualdad y violencias, como así también de placeres reprimidos.
En los últimos quince años, mientras la implementación de la ESI fue avanzando en las instituciones de los niveles obligatorios del sistema educativo argentino, los movimientos de mujeres, feministas y LGTTBQI+ acrecentaron la visibilidad de sus demandas por más ESI. Las conversaciones sobre el tema fueron permeando en las calles, en las redes sociales, en la TV, en la mesa del domingo, en la cancha, en el colectivo, en los espacios de trabajo. La necesidad de dialogar, reflexionar y aprender sobre el tema se expresó con fuerza. ¿Acaso alguien pudo quedarse fuera de los debates sobre las diferentes temáticas relacionadas con la sexualidad y con su educación en los últimos años en Argentina? La Ley de ESI fue sancionada en el marco de un conjunto de otras normas mediante las cuales el Estado asumió un rol de intervención en la esfera privada con el propósito de garantizar los derechos humanos. La ESI favorece el ejercicio de la ciudadanía, en tanto constituye el derecho de las personas a ser educadas en todos los derechos.
¿Cómo viene siendo considerada la ESI en los contextos universitarios? ¿Qué lugar ocupa en los proyectos de transversalización de la perspectiva de género en los planes de estudio que sí tienen lugar en muchas universidades nacionales? ¿Es la ESI un tema que compete al ámbito universitario o resulta un campo de conocimientos que debe circunscribirse a los niveles obligatorios del sistema educativo?
Suele primar, aún, una representación bastante extendida acerca de que la ESI es un contenido escolar. Sin embargo, bien sabemos que, tal como expresa Graciela Morgade, toda educación es sexual. Entonces, si toda educación es sexual y una de las funciones centrales de la universidad es la formación académica nos podríamos preguntar: ¿qué tipo de educación sexual habita las universidades de nuestro país? ¿Qué está oculto, qué está explícito, qué hay en el centro y qué en los márgenes? ¿Cómo se expresan las tensiones por el reconocimiento cuando los temas sobre sexualidad, diversidad y géneros buscan ingresar en los planes de estudio de las carreras universitarias? ¿Cuánto de lo que se declama en los discursos académicos respecto de los derechos ligados con las sexualidades logra constituirse en ejercicio efectivo en el marco de las prácticas académicas?
Pensar la sexualidad, la diversidad, las relaciones entre géneros, la interseccionalidad en la vida universitaria implica reconocerlas como dimensiones políticas inherentes y entramadas en las prácticas de la producción y transmisión del conocimiento científico. Este reproduce y legitima violencias cuando en las instituciones no se habilita el ingreso de nuevas perspectivas, nuevos sujetos y nuevas prácticas. Los saberes acumulados que forman parte del corpus científico, hegemónico y socialmente reconocido suelen naturalizar lógicas patriarcales. Reconocer que existen conocimientos científicos que legitiman y reproducen violencias resulta un paso clave para dar lugar a la problematización de verdades naturalizadas y concebidas como indiscutibles. ¿Qué preguntas deben permear, cada vez más, la vida en las universidades para poder transformar tradiciones patriarcales, cisheteronormadas, capacitistas, colonialistas y elitistas? En este sentido, observar nuestras universidades desde una perspectiva de género e interseccional nos espeja realidades, muchas veces no tan alentadoras, porque visibilizan ausencias y naturalizan violencias.
Uno de los desafíos que tenemos está ligado a la construcción de otros sentidos políticos alrededor de las implicancias que tiene educar en sexualidad desde una perspectiva de género, interseccional, en la universidad. Porque, no solo interpela los planes de estudio, sino también los modos en que transmitimos conocimiento, en que concebimos a las personas que estudian en la universidad y en que se dialoga con el contexto social e histórico.
Existen pasos alentadores. Hay movimientos e indicios que dan cuenta de importantes aperturas en línea con poner en circulación éstas y otras tantas preguntas. En este sentido resulta clave el lugar que ocupan las universidades en el dialogo que construyen con otros sectores de la sociedad y con los saberes que se producen fuera de la academia.
El Consejo Superior de la UNAHUR, en 2018, crea el Programa de Políticas Universitarias por la Igualdad de Género. Se explicita allí el reconocimiento de realidades de exclusión, discriminación y desigualdad que afectan a las mujeres e identidades no binarias de nuestra comunidad, y se propone transformarlas garantizando el respeto por la diversidad y los derechos humanos de todas las personas. Se inicia un proceso hacia la transversalización de la perspectiva de género, favoreciendo la deslegitimación de estructuras patriarcales, cisheteronormativas y binarias reconocidas como fuentes de violencia y discriminación. En esta línea se avanzó en la construcción de nuevas normativas, en la modificación de estructuras institucionales para la promoción de relaciones más igualitarias entre los géneros y en el reconocimiento de los derechos de todas las identidades de acuerdo a lo dispuesto por la legislación nacional y los tratados internacionales.
Otra de las líneas que se crea con el Programa de Políticas Universitarias por la Igualdad de Género en la UNAHUR es la de Educación Sexual Integral. Consecuencia de ello, fue la creación de dos materias de grado sobre ESI, una específica para la formación en docencia universitaria y otra que se suma a la oferta de materias optativas y transversales para el conjunto de las carreras que dicta la universidad. La cantidad de comisiones se fue ampliando, cuatrimestre a cuatrimestre, considerando la gran demanda de formación que viene expresando el estudiantado.
En este camino identificamos algunos riesgos propios de la expansión y el crecimiento de la demanda que tienen que ver con la banalización que muchas veces se hace sobre el tema. La ESI no es una marca y tampoco un tema de moda. Nos ocupa superar discursos vacíos que establecen una relación de contradicción entre el decir y el hacer respecto de prácticas concretas en el marco de la universidad. ¿Cómo hacer para que las formas no se cristalicen y paralicen el movimiento y las búsquedas hacia el efectivo cumplimiento de los derechos relativos a las sexualidades en la universidad? ¿Cómo contextualizar los estudios sobre sexualidad, diversidad, género, para que no se conciban como abstracciones teóricas, sino que se liguen con los cuerpos, los territorios y sujetos diversos? Para intentar respuestas a todas estas preguntas que nos hacemos en la universidad debemos fortalecer el diálogo, la escucha, la apertura para interrogarnos sobre las propias creencias, valores y posiciones epistémicas que llevan impreso un sello de género que influye en la producción y reproducción de estas desiguales relaciones de poder.
El modo en que se dialoga sobre la construcción y la transmisión de conocimiento científico al interior de la universidad, entre campos disciplinares y con otros sectores que también producen conocimiento, resulta un aspecto clave.
En la UNAHUR trabajamos desde la idea de que transversalizar la perspectiva de género, tanto como educar en sexualidad integral, no son procesos simplemente aditivos, en tanto agregan algo que estaba ausente. Se trata de procesos que buscan revisar, movilizar y transformar parte de lo existente. La ESI y la perspectiva de género buscan problematizar los modos en que se enseña, se aprende, se investiga y se dialoga hacia dentro y con el afuera.
También nos desafía pensar el lugar de la emocionalidad, el deseo y el placer en el vínculo con el conocimiento para la construcción de preguntas epistemológicas que los integren. Construir universidades donde no haya silencio pedagógico respecto de la discriminación y el odio. Donde se desdibuje la idea de que los muros de las universidades son impenetrables para las personas que no responden a los estereotipos hegemónicos. En la UNAHUR, como en tantas otras universidades del conurbano, existe un alto porcentaje de estudiantes que son primera generación de universitarios en el marco de sus familias. Es por eso que, defender los logros alcanzados por largas luchas, tanto en la historia de las universidades nacionales y públicas en la Argentina, como en los movimientos de mujeres y diversidades, nos exige identificar cuáles son los problemas que tenemos en común y reflexionar acerca de cómo avanzar hacia las transformaciones necesarias y pendientes.
La ESI es un campo en disputa. Es deseada y a la vez resistida porque busca movilizar, transformar relaciones desiguales y democratizar el conocimiento. En la UNAHUR sostenemos la convicción respecto de la responsabilidad de construir universidades vivas, atentas a las demandas, abiertas a las organizaciones y movimientos socioculturales y al desarrollo de una sociedad más justa e igualitaria. Es por eso que debemos asumir y profundizar líneas de trabajo sobre el tema en las universidades.
La UNAHUR explicita su compromiso social, pedagógico y político con la ESI y promueve esta línea de trabajo. Porque considera indispensable y urgente dialogar sobre los desafíos que tenemos para pensar y hacer que las políticas de igualdad entre géneros en las universidades sean verdaderamente integrales, transversales, igualitarias y activas, para dejar atrás la reproducción de opresiones en los modos de conocer, producir y transmitir conocimiento científico.
[*] Por Mariana Lavari. Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA) y docente e investigadora en la UNAHUR. Especializada en ESI.
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