Elsa Drucaroff visitó la UNAHUR en el marco de la tercera edición del ciclo Las palabras y las cosas que lleva adelante el Profesorado Universitario de Letras. El encuentro realizado el pasado 29 de noviembre fue organizado por los docentes Carlos Battilana y Martín Sozzi.

Battilana introdujo: “En este ciclo, convocamos a escritores, artistas, poetas, músicos, críticos de arte para pensar juntos y, sin pretender conclusiones taxativas y cerradas, sembrar una inquietud en un espacio abierto a la comunidad de la Universidad y de la Ciudad de Hurlingham”. También subrayó el principal mérito del ciclo: la calidad de sus invitados.

Escritora, docente y crítica literaria. Profesora de Letras y doctora en Ciencias Sociales. Autora de obras ensayísticas, teóricas y de ficción. Drucaroff sostiene hace décadas un compromiso todoterreno con la literatura. Su libro teórico más reciente es Otro logos: “Me pasé la vida buscando los acentos ideológicos en la literatura. Otro logos –dijo la autora– arma el marco teórico del trabajo que hice durante 25 años, a partir del cruce entre clase y género”.

El tópico que orientó el encuentro fue la relación entre la enseñanza y la investigación literarias. Pero, como suele suceder en el ciclo Las palabras y las cosas, una cosa lleva a la otra, una intervención genera otra más y el tópico central va echando nuevas ramas.

En los primeros momentos de la charla, Drucaroff reflexionó sobre la importancia de la experiencia en la escritura de ficción para emprender la crítica literaria. Si bien reconoció que hay profesionales que hacen un muy buen trabajo sin ser escritores, consideró también que “la gente que maneja la producción creativa de la escritura (que es distinta a la producción creativa de la lectura) enriquece su tarea”. Por eso, defendió que en la carrera de Letras “se enseñe escritura creativa como materia obligatoria”.

Drucaroff, además, caracterizó la docencia como otro de los oficios poderosos vinculados con la carrera de Letras. “Ser un docente de la escuela secundaria –afirmó– supone formar chicos que descubran la maravilla de la literatura y de leer, pero que también se empoderen de su propia capacidad expresiva”.

Contra el aura epifánica de la escritura, la invitada señaló que la idea de que a escribir no se aprende es profundamente elitista. “A nadie se le ocurriría pensar que Picasso no tendría que haber estudiado dibujo y, sin embargo, persiste el mito de que no se aprende a escribir”, argumentó. Otras tantas veces se observa el fenómeno contrario y cualquiera que sepa redactar se considera en condiciones de producir literatura. Drucaroff recordó lo que le pasó a Liliana Heker en su taller literario: “Un neurocirujano decidió que después de jubilarse iba a escribir una novela y fue al taller de Liliana. Ella le respondió: ‘me parece muy bien. Yo voy a jubilarme y voy a operar un cerebro”. En definitiva, reflexiona la escritora, en este último caso persiste la idea elitista de que a escribir no se aprende.

No solo a escribir se aprende, también es necesario aprender el oficio del docente. “Es una capacidad de transmisión que no necesariamente tiene que ver con ser un buen escritor o escritora”, dijo Drucaroff. Y agregó: “La docencia me da una gratificación enorme. Me di cuenta de que es una actitud, una disposición a la transmisión que tiene que poner el narcisismo en que el otro aprenda”.

En cuanto al ejercicio docente en la Universidad, Drucaroff destacó que existen desafíos distintos de los de la educación obligatoria: “La gente está ahí porque le interesa el tema y para una formación especializada. En el secundario hay un público cautivo y lo primero que hay que pensar es cómo interesarlo en el tema”. No obstante, subrayó que eso no significa que la docencia universitaria no deba ser pensada didácticamente.

Hacia el final del encuentro, la escritora trazó posibles rumbos para la selección de textos literarios para el nivel secundario: “Hay que hacer un trabajo de puentes; empezar por la experiencia lectora de los chicos y las chicas para después pasar a otra cosa. No creo que haya que darles a leer demagógicamente solo lo que ellos ya leen por su propia cuenta”.  Y concluyó: “Tenemos que entrenar lectores, tenemos que entrenar la atención. No renunciaría a los clásicos, pero tampoco daría para leer solo eso”.

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