La colección Autor/Fecha de Unipe: Editorial Universitaria se propone revisitar obras paradigmáticas de la literatura argentina contemporánea. Su tercer título, Walsh, 1957. Acerca de Operación Masacre, reviste un doble interés: por un lado, se ocupa de una obra de lectura urgente en el contexto político actual; por el otro, el trabajo está a cargo de Vicente Battista, un escritor de relieve que entró en escena en la década del sesenta y tuvo una relación cercana con Walsh.

“Hay un fusilado que vive”, cuenta Walsh que escuchó una noche de diciembre de 1956, mientras jugaba al ajedrez en La Plata. El escritor, en ese entonces, era un antiperonista confeso (aunque no de los más furiosos ni de los más prominentes). Quizá esa frase haya avivado su interés por el enigma policial más que su preocupación por la vida política del país. Sin embargo, la investigación de los fusilamientos de José León Suárez, durante el fracasado alzamiento encabezado por los generales Tanco y Valle contra el gobierno de facto de Aramburu, terminó por convertir a Walsh en un símbolo del intelectual comprometido con su tiempo y dispuesto a dar su vida peleando del lado de los más vulnerables.

Suele decirse que Operación masacre se anticipó una década al género de no ficción, cuyos lineamientos fundamentales se atribuyen al periodista estadounidense Tom Wolfe y que cobraría materialidad con la novela A sangre fría (1966), de Truman Capote. Walsh, en esa línea, entraría en el panteón de los grandes pioneros argentinos: sería el creador del non-fiction. Battista va a polemizar con esta idea (y es esta una de las hipótesis más audaces de su trabajo); no por reservar méritos literarios para Wolfe y Capote, sino por considerar que Operación masacre tiene una filiación vernácula y de raíces mucho más profundas: el Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento. De acuerdo con Battista, ambas obras fueron publicadas por entregas antes de editarse como libros, presentan “personajes reales, contemporáneos a su autor” y ofrecen “una minuciosa radiografía de la situación política y social del país” (2019: 83). “Pese a estas coincidencias -advierte el autor-, sería arriesgado sostener que Operación masacre fue el Facundo del siglo XX” (ibíd.).

Battista también repara en algunos rasgos de estilo que Walsh comienza a ensayar en 1957: “dio legítima voz a cada uno de los protagonistas de su relato, hizo que hablaran con sus propias palabras y con sus mismos acentos” (ibíd.: 86). A estos procedimientos, que pueden contarse entre los trucos de la ficción, se añade la argumentación rigurosa y la presentación impecable de la evidencia. Estos elementos son propios de los textos jurídicos, pero también de la novela policial. Operación masacre, señala el autor, es una obra múltiple: “contiene el ensayo, la historia, la narración policial, la autobiografía, la denuncia y el periodismo” (ibíd.: 96).

El estudio de Battista se completa con un repaso de la vida y obra de Walsh luego de la escritura de la obra que modificó su trayectoria literaria y política. En ese recorrido se destacan la escritura de Caso Satanowsky (1958), su participación en la agencia de noticias cubana Prensa Latina, su incursión en el teatro con La granada (1964) y La batalla (1965), y la publicación de dos libros de cuentos Los oficios terrestres (1965) y Un kilo de oro (1967). En 1968, a pedido del dirigente sindical Raimundo Ongaro, se hizo cargo de la dirección periodística del órgano de difusión de la CGT de los argentinos. En ese semanario, publicó por entregas ¿Quién mató a Rosendo?

El comando militar que el 25 de marzo de 1977 asesinó y desapareció a Walsh, también -arriesga Battista- quemó los textos en los que el escritor estaba trabajando, entre ellos una posible novela inconclusa que llevaba el título de “Juan se iba por el río”. En cambio, no pudieron desaparecer uno de los textos más impactantes e “imprescindibles a la hora de entender la historia de nuestro país” (ibíd.: 145): “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”. Rodolfo Walsh, concluye Battista, “resulta un nombre ineludible. Sus verdugos, por el contrario, solo son oscuros expedientes archivados en algún sótano húmedo, con cucarachas y ratas como única compañía”.

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