“El rector de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), Jaime Perczyk, decidió que las tareas de investigación empezaran desde el día cero”, relata el secretario de Investigación Juan Pedrosa, licenciado y doctor en Física. Durante el último gobierno de Cristina Kirchner, fue el encargado de crear un área de relaciones nacionales para la Comisión Nacional de Energía Atómica (CONEA).

“En la UNAHUR sucedió algo bastante innovador –recuerda Pedrosa–, porque ya en el primer cuatrimestre de la historia de la institución, cuando era necesario cubrir las demandas de tres mil estudiantes inscriptos, se decidió empezar a investigar”. En febrero de 2016, estaba aprobado un reglamento de investigación y, en junio, el Consejo Superior dio curso a los primeros doce proyectos. “Son formas de decidir cómo nacer –se explaya el secretario de Investigación–. Hay universidades que se crearon en la década del noventa, también del conurbano, que estuvieron varios años sin dar clase y fueron formando grandes equipos de investigación. Otras, que nacieron más cerca del Bicentenario, tuvieron que atender la demanda de miles de nuevos estudiantes y la investigación tuvo menor desarrollo. La UNAHUR, por decisión del rector, avanzó en paralelo con las tres funciones universitarias: docencia, extensión e investigación”.

Los directores y directoras de los proyectos pioneros eran profesores con dedicación simple. “Ese primer año –explica Pedrosa–, la docencia condujo el proceso. Lo más urgente era ocuparse de los miles de estudiantes que se habían sumado a la Universidad”. Sin embargo, gradualmente los proyectos se fueron poniendo en marcha y se realizó un análisis de las necesidades y potencialidades en materia de ciencia y tecnología en relación con el territorio en que la UNAHUR está inserta. En palabras del doctor en Física, “Los primeros pasos se basaron, principalmente, en salir al territorio y realizar relevamientos para generar diagnósticos que nos permitieran pensar líneas de investigación a futuro”.

Pedrosa: “La UNAHUR, por decisión del rector, avanzó en paralelo con las tres funciones universitarias: docencia, extensión e investigación”.

Esas primeras líneas estuvieron ligadas a la industria (metalurgia y biotecnología), la escuela secundaria y las trayectorias estudiantiles, los centros de salud, y la juventud de Hurlingham. “Incluso –cuenta Pedrosa–, se implementó un proyecto, que actualmente está en su etapa final, para investigar la UNAHUR hacia adentro. Con los resultados de la investigación, pensamos publicar un libro que funcione como una especie de memoria fundacional”. El objetivo de esa iniciativa fue estudiar qué impacto tiene la Universidad en la sociedad.

A la segunda convocatoria, realizada en 2017, se presentaron 25 proyectos de investigación. Las propuestas debían abordar el tema de la escuela secundaria y los enfoques fueron variados: didáctica, trayectorias estudiantes, docentes y directivos, material didáctico, los costos del nivel medio, entre otros. “Todos los tema abordados –afirma el secretario de Investigación– están teñidos de un color local muy grande: se mira a Hurlingham y a la región”. Ese mismo año, se realizó una convocatoria para proyectos vinculados con la atención primaria de la salud.

Luego de esos primeros dos años de ensayo, se llegó a la conclusión de que era necesario que los investigadores pudieran dedicar mayor tiempo a sus proyectos y concurrir todos los días a la Universidad. “Fuimos estirando las dedicaciones –dice Pedrosa–. Hoy tenemos doce investigadores e investigadoras con dedicación exclusiva. Todos tienen título de doctor en la disciplina que eligieron y, pese a ser jóvenes, una trayectoria muy importante”.

Psicología cognitiva y educación

La doctora en Psicología María Julia Hermida es una de las jóvenes investigadoras de la UNAHUR, y hace diez años estudia el desarrollo cognitivo infantil. “Básicamente, estudio, desde la perspectiva de la neurociencia cognitiva, cómo se desarrollan los chicos que viven en situación de pobreza y qué intervenciones pueden hacerse para favorecer el desarrollo infantil en esos contextos”, explica.

El proyecto que encabeza la doctora en Psicología –junto a tres especialistas de otras instituciones– se inició en 2018 y aún está en proceso. El trabajo de campo se realizó con niños y niñas de preescolar de dos escuelas públicas de Hurlingham (una céntrica y otra periférica). El objetivo es estudiar si la enseñanza de programación mejora el desempeño cognitivo de estos niños. “La enseñanza de programación –especifica Hermida– estuvo a cargo de las mismas docentes de las salas de cinco años, que previamente fueron capacitadas”. También se entrevistaron a los padres y madres para obtener información de cada niño y del nivel socioeconómico del hogar.

Hermida: “Queremos probar si la enseñanza de nociones básicas de programación informática mejora los niveles de funciones ejecutivas de los niños”.

El proyecto que lleva adelante Hermida parte de un dato: “Los chicos en situaciones de pobreza, debido a las condiciones de vida que les tocaron, suelen tener desempeños académicos más bajos que sus pares de clase media. Si bien todos los chicos tienen las mismas capacidades cognitivas, estas se desarrollan mejor cuando se reciben los estímulos adecuados”. Es decir, la desigualdad de oportunidades tiene efectos en la educación y en el desarrollo general de los niños. El objetivo de la investigadora es buscar maneras de revertir esas desigualdades. “Con este proyecto –explica–, queremos probar si la enseñanza de nociones básicas de programación informática mejora los niveles de funciones ejecutivas de los niños”. Las funciones ejecutivas, según explica la especialista, son los procesos psicológicos que las personas utilizamos para resolver distintas tareas. Entre esos procesos, se cuentan la atención, la retención de información en la memoria, la inhibición de impulsos y la posibilidad de pensar soluciones alternativas a un problema.

Biotecnología

Los doctores Valeria Rudoy y Leandro Imanishi están a cargo de la biofábrica de la UNAHUR. Ambos son especialistas en micropagación vegetal y se incorporaron como investigadores a la Universidad en septiembre de 2018. A menos de un año de su inauguración, la biofábrica ya está produciendo sus primeros avances en materia de propagación de cultivos de aplicación industrial y ornamentales.

La biofábrica es un laboratorio móvil de pequeñas dimensiones, pero que brinda muchísimas posibilidades. Explica Imanishi: “Tiene todo lo necesario para trabajar correctamente en un espacio reducido: un lugar para preparar medios de cultivos, otro para hacer el trabajo de la transferencia de las plantas a los frascos de cultivo y un último para tener a las plantas en crecimiento. Podemos abordar desde la etapa inicial hasta la final, sin necesidad de trasladarnos a otro laboratorio”.

“Increíblemente, me dedico a la micropropagación vegetal hace más de veinte años y sigo viendo que es algo que se conoce muy poco”, relata Rudoy. La especialista señala que la biofábrica permite, básicamente, clonar plantas: “Cuando alguien saca un gajo de una planta que le gustó y la pone en tierra, está clonando. Acá hacemos algo similar pero con tecnología avanzada y controlando minuciosamente todas las condiciones”. En la biofábrica, la multiplicación de las plantas que se realiza in vitro es exponencial, es decir, en pocos meses pueden obtenerse unas mil plantas clonadas.

Rudoy: “Increíblemente, me dedico a la micropropagación vegetal hace más de veinte años y sigo viendo que es algo que se conoce muy poco”.

Rudoy se dedica, sobre todo, a los cultivos de aplicación industrial. Entre estos, se destaca el yacón. “Es una planta interesante –afirma la investigadora–, porque tiene muchas propiedades (hipoglucemiante, hipolipemiante) y mucha gente no la conoce. De hecho, algunos países andinos exportan una especie de procesado de yacón que se consume como supernutriente”. Imanishi, en cambio, se especializa en las plantas ornamentales: “Empecé a trabajar con una planta que se llama gloriosa superba, una bulbosa ornamental que todavía no está muy difundida a nivel mundial, pero sí en mercados como Japón, Holanda y EEUU”. Dado que la tasa de reproducción de esta planta es muy baja y que tiene muchos problemas virales, el investigador está trabajando para encontrar un método de propagación (en este caso, in vitro) “que permita obtener una gran cantidad de propágulos con condiciones de sanidad controladas y libres de virus y patógenos”.

Otra de las ventajas de la biofábrica es la posibilidad de filmar la manipulación del material vegetal en las mesas de trabajo. “Esto permite llevar el video a las aulas –observa Rudoy–. De esta manera, se puede entender el trabajo que se realiza acá. Sería imposible tener veinte personas mirando porque se contaminaría todo”. De esta manera, el trabajo de investigación en la biofábrica tiene un canal fluido de comunicación con las aulas del Instituto de Biotecnología.

Como en todos los proyectos emprendidos por la UNAHUR, también está presente la inserción territorial de la investigación. “En el oeste de la provincia de Buenos Aires –afirma Imanishi–, hay muchos viveros de plantas ornamentales. La idea es que lo que hacemos acá pueda aplicarse a la economía regional”. Rudoy agrega que se están estableciendo contactos el INTA y con productores de la zona. “La idea –considera Imanishi– es hacer transferencia a la sociedad. No queremos investigar sobre algo que no tenga ninguna aplicación a nivel social”.

El desafío de profundizar líneas de investigación

“Armar algo desde cero –se ilusiona Pedrosa– tiene algo lindo: pueden evitarse errores que detectamos en otros lados”. Sin embargo, advierte que las nuevas instituciones también encuentran obstáculos: “El sistema científico está preparado para instituciones más grandes y más consolidadas. Es un desafío seducir a los investigadores para que vengan todos los días a nuestra Universidad”. Dado que la UNAHUR tiene un anclaje territorial muy importante, se busca que cada investigador pueda ser aprovechado. “El territorio –argumenta Pedrosa– hoy son nuestros estudiantes. Eso se va a ir ampliando a toda la comunidad, pero, si los estudiantes no ven que hay un investigador que viene todos los días a producir conocimiento, no sirve de nada que en una publicación internacional aparezca el nombre de la UNAHUR”.

Imanishi: “No queremos investigar sobre algo que no tenga ninguna aplicación a nivel social”.

El sectario de Investigación hace referencia a algunos de los logros institucionales en materia de investigación: “Fuimos mejorando el perfil de nuestros investigadores y de nuestros proyectos. Este año está abierta la convocatoria en conjunto con la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Son proyectos de investigación científica orientados (PICTO) con calidad y estándares internacionales”. Pedrosa también rescata a la biofábrica como un hito clave de la UNAHUR en materia de ciencia y tecnología, dado que ofrece posibilidades privilegiadas de formación a los estudiantes y permite establecer un vínculo directo con la comunidad. Además, señala, en el área de educación la Universidad cuenta con dos investigadoras del Conicet.

“Estamos en una etapa de búsqueda del lugar hacia dónde queremos ir”, apunta Pedrosa. En la actualidad, hay muchos proyectos en curso y es probable que, en un futuro cercano, se fortalezcan aquellos que dieron mejores resultados. “Que tengamos una docena de investigadores con dedicación exclusiva no es algo tan fácil de encontrar. En 2015, escribimos en nuestro plan estratégico que queríamos llegar a 2020 con diez investigadores. Ya los superamos, y  esperamos que en 2020 lleguemos con bastantes más”, concluye.

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