La Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) organizó, el pasado 24 de mayo, una clase abierta a la comunidad con la Dra. Dora Barrancos. Durante su exposición, la socióloga e historiadora dio cuenta de los orígenes del patriarcado y del pasado y presente de las luchas feministas.

Barrancos es reconocida por su estudio del surgimiento y desarrollo del feminismo en la Argentina. También se ocupó de la historia de los movimientos sociales locales, principalmente de los que encabezaron militantes socialistas y anarquistas. En 2016, recibió el Premio Konex – Diploma al Mérito de las Humanidades en la Argentina y, en mayo de 2019, renunció al directorio del Conicet en disconformidad con las políticas de desfinanciamiento llevadas adelante por el gobierno nacional en materia de ciencia y tecnología. Vale la pena reponer las principales ideas desarrolladas durante su clase abierta.

“Es muy conmovedor el ciclo que hemos estado viviendo en nuestro país, a propósito de la enorme cantidad de leyes que hemos conseguido gracias a los colectivos, las agencias por los derechos de las mujeres y de las otredades sexogenéricas”, introdujo Barrancos. Enseguida, destacó que, a partir de la década del sesenta, la noción de género puso en crisis el sostenimiento de mundos binarios que separan mujeres/varones, basados en una pretendida diferencia sexual. También se encargó de señalar que “El patriarcado no es un sistema que viene embutido en la especie humana”.

“El patriarcado no es un sistema que viene embutido en la especie humana”.

La historiadora recordó que, tradicionalmente, se ubica el inicio del patriarcado hace unos 10 mil a 20 mil años, durante el neolítico superior: el momento de la llamada revolución agrariaFederico Engels es uno de los primeros autores que liga a la familia patriarcal con el origen de la propiedad privada. “En el siglo XIX –señaló Barrancos–, para espíritus como el de Engels era formidablemente llamativa la circunstancia de que las mujeres estuvieran tan sometidas por la gran tenaza patriarcal. Incluso más que en épocas anteriores”. Sin embargo, observó, la nueva historiografía de las mujeres discutió la hipótesis de Engels y dio lugar a la posibilidad de que “el patriarcado no necesitara de la patrimonialidad. Es decir, de que hubiera existido antes de que hubiera propiedad privada”.

La intensidad del sometimiento patriarcal tuvo variaciones a lo largo de la historia. En la Roma antigua, por ejemplo, “el patriarca tenía derechos sobre los cuerpos de las mujeres y podía ordenar su muerte”. Barrancos, entonces, subrayó la “tremenda herencia” del derecho romano. Por otra parte, indicó que en la Edad Media el patriarcado tenía menor rigor que en el Renacimiento: “A pesar de la Iglesia, tuvo un carácter más leve, porque no existía el control hegemónico de la violencia por parte del Estado. En los conventos había mujeres que se divertían muchísimo y a la que no les importa que el obispo fuera a retarlas”. No obstante, a partir del Renacimiento –momento de reconocimiento de individualidades–, las mujeres no consiguen la misma capacidad de individuación que los varones.

“En el orden moderno, las mujeres sufrieron mayor subordinación que en estadios anteriores”.

Barrancos sostiene que entre el Renacimiento y la Modernidad, durante los estados absolutistas, las mujeres de la aristocracia (no así las de la gleba) gozaron de ciertas libertades. Por ejemplo, no debían someterse a una norma vigorosa que declarara que eran adúlteras cuando eran las favoritas del rey. Paradójicamente, la gran Revolución francesa de 1789, que quiebra el antiguo régimen y promete nuevas libertades individuales, “es clausura vertebral de la condición femenina”. Añade la historiadora: “En el orden moderno, el patriarcado tuvo muchísima más salud y vigor; y las mujeres sufrieron mayor subordinación que en estadios anteriores”.

De acuerdo con Barrancos, el “buen” burgués separa definitivamente las esferas privada y pública. Es así que las mujeres quedan relegadas a la vida doméstica. “Es notable ver –subraya– cómo la promesa de un salto cuántico para las mujeres no solamente no se cumple, sino que retroceden en sus derechos. Para muestra basta el botón de 1804: el Código Civil francés. Su marca fundamental es haber hecho del destino de la mujer todo lo que tiene que ver con la reproducción: el maternaje, el cuidado, el auxilio perpetuo para que la alianza familiar no se quiebre”.

El Código Civil de 1804, conocido como Código Bonaparte, fue emulado por todas las naciones de América Latina. De esta manera, considera Barrancos, “el orden que vertebra el Estado moderno es patriarcal. Lo primero que hace el Estado moderno es ordenar relaciones de género: ni siquiera ordena lo que es o no delito. Nuestro Código Civil de 1869 establecía que la mujer no podía educarse, comerciar, trabajar, o ir a los tribunales sin el consentimiento del marido”.

“Evita era una especie de contrafeminista feminista”

Si bien, como señala la historiadora, “la modernidad fue muy estruendosa en la segregación”, a su vez fue el escenario de la implantación del feminismo. “Las mujeres –dijo– se vieron en el retrato de la esclavitud sobreviviente, por lo tanto las primeras feministas se asociaron a la lucha abolicionista. Es un precioso inicio: las primeras feministas de 1830, 1840 se vieron en el espejo de la esclavitud; y por lo tanto abogaron por su fin”.

Las pioneras luchas feministas por derechos civiles y políticos tuvieron su réplica en la Argentina. Barrancos mencionó algunos hitos, tales como la primera reforma del Código Civil (1926) y la obtención del sufragio femenino (1947). “Evita –destacó– fue una fragorosa coadyuvante de los derechos políticos de las mujeres. Ella no estaba atraída por el feminismo, pero era una especie de contrafeminista feminista. A partir de entonces, las mujeres en la Argentina consiguieran lugares de representación notable en la vida parlamentaria”. Un tercer hito mencionado por la expositora fue la reforma del Código Civil de 1968.

“Las conquistas y luchas actuales son la extensión de un larguísimo camino para contestar el sometimiento patriarcal”.

“En los sesenta –continuó Barrancos–, comenzó un nuevo régimen de visibilidad que se dieron las mujeres. Descubrieron sus cuerpos; descubrieron las humillaciones sobre sus cuerpos. No solo descubrieron sus cuerpos: el deseo del cuerpo y la tremenda necesidad de sacudirse las humillaciones, los hostigamientos, las violencias”. Las conquistas y luchas actuales, entonces, son la extensión de un “larguísimo camino para contestar el sometimiento patriarcal”. Además, la historiadora advirtió que, aunque no lo perciban, “los varones también sufren el sometimiento patriarcal y están llenos de mandatos de una determinada masculinidad, de una determinada regla de comportamiento”.

Barrancos acabó por poner en relieve tres hitos legislativos de la contemporaneidad local. En primer lugar, destacó la Ley N° 26485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar, Erradicar la Violencia contra las Mujeres. “Este país –agregó–, se dio otro lujo extraordinario con la Ley de Matrimonio Igualitario”. Por último, reconoció la importancia una tercera ley: “La Argentina tuvo un producto sublime de exportación: La Ley de Identidad de Género”.

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