En 1833, los habitantes nativos de Tierra de Fuego dejan de golpe sus ocupaciones para observar la llegada de un buque inglés que navega junto a un bote más pequeño. En esta última embarcación viajan una mujer y dos hombres que regresan a sus tierras luego de pasar casi un año en Londres. Visten ropa europea, tienen el cabello prolijamente cortado y hablan inglés. Esta es la escena que también captura la atención de Héctor Palma, quien, en su reciente libro Salvajes y civilizados…, se ocupa de reconstruir la historia de estos tres fueguinos y de revisar supuestos que, de tan repetidos, aparecen como verdades.

Palma es profesor de Filosofía, magister en Ciencia, Tecnología y Sociedad y doctor en Ciencias Sociales y Humanidades. También es investigador del LICH UNSAM-CONICET. En la Universidad Nacional de Hurlingham dicta dos materias UNAHUR: “Ciencia, tecnología y sociedad” y “Manipulación genética en humanos. Historia, mitos y realidad”.

“Los cuatro fueguinos –relata Palma– van a Inglaterra. Uno de ellos muere rápidamente, mientras que los otros tres permanecen un año allí y son repatriados en el segundo viaje del Beagle. De dos de los nativos prácticamente se pierde toda noticia, pero Jemmy Button permaneció de alguna manera ligado a los ingleses y la historia termina trágicamente más de veinte años después”. Si bien el investigador no quiere adelantar nada sobre este episodio, comparte el último párrafo de su libro: “Como en las viejas tragedias griegas todo se desencadenó como era previsible. Los personajes se vieron enfrentados de manera inevitable. Aquí no hubo dioses intervinientes pero igualmente la condición para la tragedia final había comenzado a gestarse más de veinte años atrás, silenciosa e irremediablemente en ese jovencito que, atrapado en su limbo cultural, había dejado para siempre de ser lo que era, pero nunca llegó a ser lo que imaginó que podría”.

¿Cómo fue el proceso de investigación y escritura de tu último libro?

Me he dedicado muchos años a estudiar a Darwin, el darwinismo, el evolucionismo y últimamente me dedico a la filosofía de la biología. Pero la historia de esos tres fueguinos siempre me quedó rondando hasta que hace un año y medio decidí encararla. Reuní las fuentes directas, que no son muchas: los tres diarios de viaje de las expediciones del Beagle (el de Philip P. King, comandante de la primera expedición del Beagle; el de Robert Fitz Roy, comandante de la segunda expedición; y el Charles Darwin, naturalista de a bordo en la segunda expedición), la autobiografía y las cartas de Darwin, y algunos periódicos londinenses de la época. Lamentablemente, no hay registro escrito por parte de los fueguinos. También reuní algunas fuentes secundarias, como el libro de Lucas Bridges, un conocedor de la cultura fueguina. Aunque hay bastante escrito sobre el episodio, justamente evité apoyarme en otros textos y biografías porque mi intención era mostrar que la historia estándar comete algunos errores, tergiversaciones y simplificaciones.

En ese proceso de investigación, ¿descubriste algo que haya modificado tu mirada sobre la historia de estos fueguinos?

A medida que la investigación transcurre y se va completando, es necesario ajustar enfoques, dejar cosas de lado y resaltar otras que en principio ni se sospechaban. En principio, intenté analizar la dimensión humana de la tragedia de los tres fueguinos llevados a Inglaterra. Ya me había dado cuenta de que la historia estándar era demasiado simplista y entonces me quería apartar tanto de las interpretaciones políticamente correctas –que siempre interpretan en clave pueblo originario oprimido/europeo invasor y asesino– como de las otras, ya abandonadas, del europeo que traía la civilización. Mi hipótesis de trabajo era que uno de los fueguinos (al que los ingleses rebautizaron Jemmy Button) había establecido con Fitz Roy, y luego con Darwin y algunas otras personas, una relación de amistad muy peculiar, pero una relación de amistad al fin.

¿Y qué distorsiones encontraste en las investigaciones previas sobre este hecho?

Me encontré con algunos errores o interpretaciones sesgadas que de tanto repetirse han quedado instaladas. Es curioso porque las fuentes son pocas, y no están ocultas ni reservadas. Menciono algunas solo a modo de ejemplo.

Tanto Fitz Roy como Darwin mantienen ciertas tensiones y ambigüedades en sus opiniones acerca de los fueguinos. Aunque prevalecen las opiniones negativas, no faltan otras elogiosas y positivas. Tales tensiones y ambigüedades no surgen, según mi opinión, solo de la pluma inexperta de los jóvenes Darwin y Fitz Roy, sino más bien de que en estos hombres conviven tensiones profundas. Honestos y bienintencionados pero etnocentristas; imbuidos de la creencia en la unidad de la Humanidad pero incapaces de entender por qué surge la enorme diferencia que ellos ven con los fueguinos; convencidos del beneficio que creen estar ofreciéndoles a los nativos pero sin herramientas culturales y científicas para comprender por qué su empresa está destinada al fracaso; convencidos de la superioridad (y de la responsabilidad) de su propia cultura para con el resto de los pueblos, pero incapaces de entender qué es el respeto por las otras culturas e idiosincrasias y mucho menos de juzgar críticamente el plan imperial del que forman parte sin mucha distancia interpretativa ni conciencia.

Se dice que los fueguinos han sido rehenes y secuestrados. Si bien el mismo capitán Fitz Roy manifiesta en un primer momento su intención de tomar algunos nativos como rehenes para obligarlos a devolver un bote que le habían robado (Darwin repite esta versión), pueden hacerse cuestionamientos de esta lectura de los hechos. Luego de esa intención inicial, Fitz Roy fue cambiando de parecer hasta decidir llevar a los fueguinos a Inglaterra: no tendría ningún sentido llevar rehenes hasta Europa. Además, solo los tres primeros fueron embarcados según la intención inicial de forzar la devolución del bote, mientras que el cuarto (Jemmy Button) fue subido a bordo más de tres meses después y en otro contexto. Además, los fueguinos parecían estar a gusto a bordo y, aunque pueda dudarse de esto en función de que solo tenemos el testimonio de Fitz Roy, de hecho no se escaparon como ya lo habían hecho otros nativos.

También desmintió la leyenda que dice que Fitz Roy intercambió un botón de nácar por uno de los fueguinos.

Ese es otro de los elementos que, a fuerza de repetición, ha quedado instalado en la historiografía. Se dice que Fitz Roy “compró” un nativo por un botón de nácar (de allí su nombre Jemmy Button). El relato de Fitz Roy del episodio es corto y un tanto ambiguo. Estaban intercambiando objetos por pescado con los fueguinos y en ese contexto el botón de nácar formaba parte del grupo de objetos entregados. pero en ningún momento constituyó la paga por el muchacho que subió al barco. Simplemente fueron eventos sucesivos en el tiempo pero no formaron parte de una cadena causal. Eventos deformados más por las dificultades de la comunicación verbal entre ingleses y fueguinos y las diferencias culturales e idiosincráticas. Pero la repetición de la tripulación de esa interpretación forzada, burlona y equívoca de la situación, más el testimonio de Fitz Roy en la misma línea, contribuyeron a instalarla en la historia.

¿Cómo era la organización social de los nativos de Tierra del Fuego? ¿Qué aprendieron esos europeos de ellos?

No me ocupé de la organización social de los nativos ni de sus costumbres, aunque Fitz Roy estaba bastante bien documentado al respecto. No creo que los europeos hayan aprendido mucho de los fueguinos, más allá de poder manejarlos en su aventura colonial. En ese momento los consideraban casi parte de la naturaleza.

¿Por qué es importante contar hoy la historia de esos tres fueguinos “europeizados”?

Esta historia –según mi versión- muestra la actitud altanera y brutal del imperio más grande de la historia, pero aun en esas circunstancias las relaciones humanas pueden transcurrir por otros carriles. El caso particular del que me ocupo en el libro es tan extraordinario y excepcional que no puede tomarse como caso testigo de la relación europeo-nativo. Se trata de esos casos en los cuales los hechos concretos son simples y triviales pero por distintas razones se constituyen en el centro de atracción y dispersión de múltiples intereses, discursos, disputas políticas o teóricas que los exceden completamente. En la figura de Jemmy Button se cruzan: el plan misionero-religioso-evangelizador de Fitz Roy en tensión con sus prejuicios raciales y etnocéntricos; el impacto emocional del joven Darwin al conocer a los salvajes de la Tierra del Fuego;  las relecturas de los científicos sociales que, con una selección estratégica de citas de las fuentes originales, logran mostrar, en este caso con nombre y apellido, el avasallamiento y la aniquilación sistemáticas de los pueblos originarios.

¿Cómo recuperar una aproximación a la perspectiva de los nativos cuando la fuente de consulta que está más a mano son los escritos de los expedicionarios europeos?

Es casi imposible, y lo señalo en el libro como una limitación fundacional. Los testimonios de Darwin y Fitz Roy están sesgados por los propios prejuicios de la época, pero son, en algún sentido, transparentes: no hay dobleces ni segundas intenciones. Por ello, es posible realizar un esfuerzo hermenéutico que nos devuelva una visión más equilibrada de los hechos. Eso es lo que traté de hacer.

@AAUNAHUR