“Qué compulsión que tienen ustedes de atarse a la facultad como si ahí se terminase el mundo”, le reprocha a Marcelo la viuda del ex titular de una cátedra de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Esta línea condensa el problema en que se ve inmerso el protagonista de Puan, representado por el actor argentino Subiotto.

Marcelo, que trabajaba codo a codo con el reciente difunto, es considerado el principal heredero de su legado filosófico y sustituto natural para la cátedra vacante. El profesor observa sin mucho entusiasmo esta chance que se le abre hasta que vuelve de Europa Rafael Sujarchuk (encarnado por Leonardo Sbaraglia), determinado a no dejar pasar esa posibilidad. La decisión del recién llegado –con importantes pergaminos universitarios, pero, sobre todo, con mucho carisma– enciende el deseo de Marcelo: ahora solo quiere lo que hasta hace poco no sabía que quería.  

El filme dirigido por María Alché y Benjamín Naishtat comienza como un encadenamiento de gags que de a poco da lugar a la exposición del ensimismamiento y, por momentos, de la mezquindad de Marcelo. Con el discurrir de la película se va filtrando el conflicto social que terminará por quebrar el receptáculo egocéntrico en que el protagonista se veía encerrado.

Quizá el aspecto más interesante y, a la vez, perturbador de Puan es que trae a la memoria un pasado bastante reciente (la crisis de la universidad pública entre mediados de los noventa y principios del nuevo siglo) que, en realidad, hace referencia al futuro que ya llegó con esta nueva crisis que estamos transitando. Estrenada en 2023, parece una obra que intuyó lo que estaba por venir y puso la mirada en la vulnerabilidad de las subjetividades ensimismadas.  

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