El pasado miércoles 25 de noviembre tuvo lugar el II Encuentro de Investigación sobre la Práctica en las Carreras de los Profesorados de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR). El espacio es coordinado por la Dra. Nancy Ganz, responsable del Programa de Fortalecimiento de las Prácticas. Expusieron la Dra. Mariana Maggio y el Dr. Jorge Steiman. También estuvieron presentes la secretaria académica Lizzie Wanger y directoras y directores de los cinco profesorados de la UNAHUR.

“Tuvimos un 2020 bien complejo, que tratamos de transitar de la mejor manera posible”, introdujo Ganz. Enseguida, tomó la palabra la primera de las invitadas. Maggio es doctora en Educación y autora del libro Reinventar la clase en la Universidad (2018). También es docente e investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde dirige la Maestría en Tecnología Educativa.

“Aun dedicándome a las tecnologías educativas y a la educación a distancia, este año también representó para mí una conmoción desde una perspectiva social, cultural, epistemológica y, por supuesto, vital”, expresó la especialista. A continuación, reconoció el trabajo colectivo hecho por docentes de todos los niveles educativos a lo largo de 2020.

“Hace tiempo que vengo hablando de la reinvención de las prácticas, pero no me imaginé que esta iba a venir de la mano de la alteración que produjo la pandemia”, continuó Maggio. La investigadora retomó una idea de Alessandro Baricco. De acuerdo con el escritor italiano, vivimos al mismo tiempo en dos planos: el físico y el virtual; en el mundo y en el ultramundo. Esta superposición de planos vitales nos colocaría en un momento de revolución mental. “Mi pregunta en el verano –relató Maggio–, cuando pensaba que las clases serían presenciales, era cómo íbamos a hacer para estar en los dos planos al mismo tiempo. Entonces, llegó la pandemia”.

Una de las consultas que más recibía la investigadora a partir de que se decretara el aislamiento social preventivo y obligatorio era qué iba a suceder con el espacio de la práctica en la universidad. La práctica durante el 2020, respondía Maggio, va a ser la que podamos llevar adelante con los recursos que nos permitan trabajar a distancia. “Cuando hoy miramos el año que transcurrió –sintetizó–, tuvimos prácticas de la enseñanza y aprendimos, probablemente, mucho más que en el resto de la historia acerca de soluciones tecnológicas”.

Maggio resaltó que, durante la pandemia, se produjeron algunos cambios en las prácticas educativas que se asemejan a los que la investigadora creía necesarios para “reinventar la clase”. En primer lugar, hizo referencia a la alteración de la dimensión temporal de la escuela y de la universidad: “El tiempo está diluido, sobrecargado, solapado, estallado. Justamente, veníamos diciendo que había que alterar esta dimensión, porque está en la trama hegemónica de la didáctica clásica”. En segundo término, mencionó la alteración del espacio: “Hace años que veníamos diciendo que había que alterar el espacio para que pasara algo distinto en las prácticas de la enseñanza”. Por último, se refirió a la alteración del currículum y a un consenso logrado durante el 2020, que consistió en la priorización de contenidos: “Hace tiempo que venía hablando de un currículum minimalista, que se despojara de detalles, superficialidades y cosas anacrónicas”.

El momento más potente de la intervención de la especialista tuvo lugar cuando se preguntó cómo continuaría la tarea educativa luego de que se produjeran esas alteraciones. Enseguida llegó su respuesta: “Estoy convencida de que este empujón horrible de la pandemia nos permitió ubicarnos en ese ultramundo, reconocernos como sujetos de una revolución mental. Entonces, ¿vamos a volver a los edificios escolares pensando que lo único que hay es mundo físico? Tenemos una oportunidad enorme de crear propuestas para el año; propuestas ensambladas, que nos permitan conectar cosas distintas y ejecutar un acto creativo”.

Luego tomó la palabra Steiman, profesor titular de la materia Práctica en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) y en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Una pregunta guio su exposición: ¿Cuáles son los desafíos aprendidos durante la pandemia?

Primero, el especialista se refirió al arduo debate sobre la educación a distancia que tuvo lugar en la Secretaría de Políticas Universitarias entre 2011 y 2015. El intercambió se saldó en 2016, con una norma aprobada por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) que modificó las regulaciones de la educación universitaria a distancia. Steiman recordó que muchas y muchos rectores temían que las instituciones pudieran adoptar modelos simplistas que afectaran la calidad educativa. “No se hicieron realidad esos temores”, señaló.

La pandemia –prosiguió– nos encontró con posibilidades normativas para organizar carreras a distancia, pero con bajas habilidades tecnológicas para llevar adelante propuestas de clases que tuvieran que ver con virtualización”. Durante los últimos ocho meses, de acuerdo con Steiman, no solo se quebró la desconfianza en la educación virtual, sino que también descubrimos que ofrece mejores recursos y escenarios para aprender que aquellos que se generaban en la presencialidad: “Esto fue una sorpresa y un aprendizaje a los garrotazos”, resumió. Aunque el pedagogo no dudó en hablar de un cambio de época, especialmente en la educación universitaria, advirtió que no es un hecho seguro que los actores educativos acepten el desafío de ser plásticos con las experiencias curriculares.

Para ilustrar la potencia de la virtualización de la enseñanza y del aprendizaje, Steiman se refirió a la experiencia en la materia Práctica que llevó adelante durante el 2020 en la UNLZ y en la UNSAM. “Decidimos que la práctica sería sin alumnos. Imaginamos una materia virtual de una carrera de modalidad virtual. Le dimos a nuestras y nuestros estudiantes los contenidos mínimos y el diseño curricular de esa carrera. Tenían que diseñar una materia con 16 clases para esa carrera virtual. Esa fue nuestra propuesta de práctica de la enseñanza”, relató. Y agregó: “En una plataforma Moodle, las y los estudiantes diseñaron el aula, para lo cual tuvimos que hacer tutoriales”.

La novedosa experiencia trajo consigo algunas sorpresas positivas. En primer lugar, observó el especialista, “la virtualización permitió seguir con absoluta precisión a cada estudiante. Antes no había posibilidad de acompañamiento de todas las clases presenciales que tenían a su cargo”. Por otra parte, Steiman se encontró con que las y los estudiantes se apropiaron de formas de intervención mucho más diferenciadas y múltiples: “Fue más creativo el proceso. Creemos no solo que aprendieron más, sino que aprendieron mejor”.

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