Una escena se repite en decenas de películas y series estadounidenses: la o el adolescente que espera la aceptación de su solicitud para ingresar a una universidad. Esa ansiedad, ese miedo a que un rechazo pueda condenar toda una vida al “fracaso” parece marcar la experiencia de millones de jóvenes de la primera potencia mundial.

El documental de Netflix Fraude universitario en los EE.UU. (su título en inglés es Operation Varsity BluesThe College Admissions Scandal) narra el escándalo que estalló en 2018, cuando el consejero independiente –una especie de profesor particular– Rick Singer fue acusado de repartir sobornos entre diferentes actores del sistema universitario para garantizar que sus “clientas” y “clientes” ricos ingresaran a prestigiosas universidades. Una de las estafas más utilizadas por Singer consistía en hacer pasar a las y los adolescentes por practicantes de deportes poco comunes (como equitación o remo). Para eso, con la complicidad de las familias que le pagaban, montaba fotos y falsificaba documentación.

El Departamento de Justicia de los EE.UU. descubrió la trama de este fraude a partir de la grabación de conversaciones de Rick Singer con las familias que lo contrataban. El docente se prestó a delatar a las personas que se beneficiaron con sus servicios (muchas de ellas ya cumplieron breves condenas en la cárcel) a cambio de una mejoría en su situación procesal: aún está en libertad. Se calcula que, entre 2011 y 2018, Singer recibió unos 25 millones de dólares. Entre sus ilustres clientes, se encuentra el dueño de Spotify y Uber.

Si bien el documental está centrado en la Operation Varsity Blues, también arroja sospechas sobre la totalidad del meritocrático sistema universitario de los EE.UU. De acuerdo con lo narrado, siempre existieron dos puertas para ingresar a las universidades más prestigiosas de aquel país. Por la puerta delantera, ingresan las y los estudiantes que más se destacan por logros académicos o deportivos (aunque, la mayoría de las veces, luego de pagar entre 200 y 1500 dólares por hora a consejeros independientes que las y los preparan); por la trasera, se accede solo con chequera: con unos cuantos millones de dólares de donación las instituciones suelen dar una nueva mirada a alguna solicitud que había sido rechazada. El documental revela la tercera opción de la puerta lateral: con un monto menor al de las “donaciones”, se sobornaba a las personas adecuadas para garantizar el ingreso. En una de las llamadas grabadas, Singer se jacta de hacer posibles 730 “entradas laterales” en un solo año.

De acuerdo con la investigación judicial, este tipo de fraude –que fue sofisticando sus recursos y aumentando la recaudación– se inició en 2011. Singer se valía de la fundación The Key para hacer pasar los sobornos por donaciones. Lo que en los papeles parecía dinero para ayudar a que estudiantes menos favorecidos tuvieran mejores oportunidades educativas, en realidad se trataba de sobornos para que las familias más ricas pudieran saltearse mecanismos de selección de las universidades más prestigiosas. El consejero independiente era una especie de viciado Robin Hood que robaba a los pobres para repartir entre los ricos.

Algunos testimonios recogidos en el documental señalan que la educación universitaria en los EE.UU. hace tiempo se convirtió en una mercancía y que los rankings de instituciones tienen más que ver con la selectividad y exclusividad que con la calidad educativa brindada. Así, se construye un prestigio superficial que funciona apenas como marca de distinción para los grupos acomodados de la sociedad estadounidense.

Hay testimonios que revelan que, en sus inicios, Singer se aprovechaba de otros recursos para “ayudar” a quienes lo contrataban. Por ejemplo, indicaba que un estudiante “blanco” era latino o afrodescendiente para que fuera beneficiado por los sistemas de cupos (o discriminación positiva, como lo llaman en los EE.UU.). También alegaba que sus aspirantes tenían problemas de aprendizaje para que contaran con mayor tiempo para resolver exámenes estandarizados y para que fueran realizados en soledad y frente a un examinador sobornado. Es decir, todos los mecanismos creados para generar mayor igualdad de oportunidades y corregir la competencia desigual que genera la meritocracia en estado bruto eran aprovechados por las familias pudientes para reforzar sus propios privilegios.

El documental parece mostrar una realidad bastante ajena a la del sistema educativo argentino. Sin embargo, es útil para detectar y evitar las iniciativas que, bajo una pátina meritocrática, pretenden avanzar con la mercantilización de la educación. En estos intentos, habrá que prestar especial atención a la insistencia para establecer rankings de instituciones y con la incidencia de fundaciones y ONGs (muchas veces patrocinadas por grandes corporaciones) en los procesos educativos.

@AAUNAHUR