“Quien fuera tildado de potencialmente peligroso en su adolescencia puede a los 37 años transformarse en Profesor Universitario”, escribió en sus redes sociales Gonzalo Hormachea, flamante graduado del Profesorado Universitario en Educación Física de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR). “Ahora me toca a mí ser oportunidad”, agregaba al final de su posteo.

Las jornadas de Hormachea empiezan bien temprano, a las tres de la mañana, cuando nuestras ciudades aún duermen. Es vecino de Hurlingham y viaja cerca de una hora para tomar servicio. Maneja un colectivo de la línea 242 que va de Liniers a Rafael Castillo; de Rafael Castillo a Liniers. También, junto a su compañera (que acaba de terminar el Profesorado Universitario de Letras de la UNAHUR), tiene que acompañar en la vida a sus hijas de 14 y 18 años. Así y todo, se hace el tiempo para ser representante titular del Consejo Superior por el claustro estudiantil y vicepresidente del Centro de Estudiantes. Y pronto va a comenzar la Licenciatura en Educación.

¿Cuándo entraste a la universidad? ¿Cómo fue tu recorrido?

Empecé la carrera en el segundo cuatrimestre de 2016. En el primer cuatrimestre, todavía trabajaba a la tarde y estaba pidiendo que me pasaran al turno mañana. Como el cambio de turno se demoraba, empecé a cursar por la mañana. A fines de 2016, logré el cambio de horario y empecé a cursar, generalmente, a partir de las 18 hs.

¿Cómo compatibilizabas un trabajo exigente con el estudio?

Fui ordenando mis horarios como podía. Más allá del estudio, en la carrera tenemos mucha práctica. Cuando di las prácticas en nivel inicial, por ejemplo, llegaba con la camisa del trabajo al jardín, me ponía una remera y empezaba a dar la clase. Planificaba a la noche. Iba leyendo de a ratos, usaba los descansos del trabajo. Fui ordenando mi vida entre el trabajo, la universidad y la responsabilidad que conlleva la paternidad.

¿Cómo conectabas tu experiencia como chofer con tus prácticas en el aula?

A los nenes y nenas del jardín les llamaba la atención que fuera chofer de colectivo. En una de mis prácticas, simulamos que estábamos en un colectivo y ellos eran los pasajeros. Hicimos una dinámica que involucraba un recorrido por distintas postas: por ejemplo, cuando agarrábamos un lomo de burro tenían que saltar, etc. Era una propuesta lúdica que tiene que ver con algo que los nenes conocían muy bien: el viaje en un colectivo. Uno no puede dejar de ser lo que es en el proceso de formación. Está bueno usarlo para transmitir un conocimiento. Todo el tiempo aprendemos en los distintos ámbitos por los que transitamos.     

Aún hoy es noticia cuando una trabajadora o trabajador como vos estudia en la universidad. ¿Qué debería cambiar para que esto deje de sorprender?

Pensé exactamente lo mismo. Cuando me recibí, tuvo mucha repercusión mi publicación en redes. Creo que, antes de que llegara la UNAHUR a nuestro barrio, había un abismo entre los trabajadores y la universidad. Supongo que pasaba lo mismo en otros barrios antes de que llegaran otras universidades del conurbano.

¿Tus compañeros choferes estudian?

Dentro de mi grupo, un compañero recién empezó a estudiar Derecho y otro es martillero público. Somos mil trabajadores en la empresa, pero no son la mayoría los que estudian. Todavía no es la regla que el trabajador estudie, aunque pueda tener universidades próximas. Tiene que ver con que se ha demonizado durante mucho años la educación pública. Ahora se está reivindicando mucho más y ya tengo algunos compañeros que empiezan a estudiar. Eso quiere decir que, aunque el camino es largo, la deuda empieza a saldarse.

A veces parecería que no alcanza solamente con que la universidad esté cerca. ¿Hay que pensar instituciones que puedan recibir nuevos perfiles de estudiantes?

Totalmente. Somos la consecuencia de lo que pensó la UNAHUR para recibirnos como estudiantes. Conozco un montón de compañeras y compañeras que pasaron por procesos similares al mío. Trabajaban, cambiaban de trabajo, hacían lo que podían, renegaban con hijos e hijas. Hasta había quienes ni tenían para los apuntes. También el macrismo dificultó mucho la situación para las familias y después nos tocó la pandemia. Creo que la UNAHUR generó todas las herramientas que pudo para que pudiéramos seguir estudiando en ese contexto tan complicado.     

¿Qué significó la universidad en tu caso?

Yo entré a los 32 años. Tuve otras responsabilidades: fui papá joven y trabajaba. No tenía margen para ir a estudiar hasta la UBA o alguna otra universidad que me quedara lejos. Cuando se abrió la UNAHUR, obviamente fue una oportunidad para quienes vivíamos cerca. Me parece que la llegada de la universidad comienza a saldar ese abismo que había entre los trabajadores y los estudios superiores. Obviamente, nos falta mucho camino por recorrer.

¿Te sentiste identificado con las experiencias de vida de otras y otros compañeros de estudio?

En la primeras camadas de la UNAHUR, la mayoría éramos trabajadores y no tan jóvenes. Como yo, un montón de compañeros y compañeras iban a cursar con sus hijos e hijas. No alcanzaba solo con que la universidad llegara al barrio; también era necesario que nos contuviera, que nos brindara posibilidades. La respuesta siempre fue compromiso; demostrar cercanía, solidaridad, empatía. Siempre recibimos eso de parte de la universidad, que sostuvo que no solo somos estudiantes que trabajamos, sino más bien trabajadores que estudiamos. Creo que así fue conformándose la identidad de nuestra universidad, que defendemos con uñas y dientes.

¿Tenés perspectivas de empezar a ejercer la docencia en un futuro próximo?

Obviamente, trabajar como docente es lo que elijo y lo que me gusta. Lo hago muchas veces en ámbitos no formales donde colaboro, pero mi idea es hacer la transición definitiva. Me gustaría dar clases en el nivel primario, aunque también me estoy preparando para hacerlo en el nivel terciario. Ahora, yo quiero ser oportunidad.

@AAUNAHUR