A quince años de la sanción de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), la norma cobró vida propia y fue creciendo con la marea de las luchas de los movimientos feministas y de disidencias. El primer viaje de Luna. Un cuento sobre ciclo menstrual es una expresión cabal de esa vitalidad de la ESI.

En línea con la mejor tradición de la literatura infantil, ilustraciones y textos contribuyen de igual manera a generar sentido en El primer viaje de Luna. Las autoras confluyeron en una arquitectura que reúne artes visuales, literatura, comunicación y estudios de género. Ornela Laezza es docente en Artes Visuales y productora de arte; Magdalena Rohatsch, licenciada en Ciencias de la Comunicación, dedicó años de investigación a una tesis de maestría sobre experiencias menstruales de niñas y adolescentes de Buenos Aires. Todo ese trabajo sale a la vista de cualquier persona que lea el libro con algo de atención.

El cuento, que ocupa la primera parte del libro, puede ser leído con autonomía por niñas, niñes y niños de nueve años en adelante. La segunda parte, “Sigamos hablando de menstruación”, puede ser mejor aprovechada con el acompañamiento de personas adultas y, sin dudas, cubre las falencias con que el ciclo menstrual es tratado en manuales escolares e, incluso, en materiales más específicos elaborados al calor de la ESI.  

A Luna “le vino” por primera vez en un campamento. Por fortuna, estaba con sus amigas Beni y Ana, que ya menstruaban. Un gran acierto del cuento es que elige resaltar el acompañamiento amoroso que recibe Luna de parte de sus amigas, pero también de una docente y de un compañero de su curso. Aunque las autoras conocen perfectamente cómo funciona el estigma menstrual, prefieren poner de relieve la sororidad y la empatía por sobre las burlas y la incomprensión. Así, la obra funciona como horizonte a alcanzar por lo que la propia Rohatsch y Micaela Kohen denominaron educación menstrual integral (2020).[1]  

La ausencia de la familia de Luna en el campamento resulta otro rasgo para destacar. Sin duda, las madres –casi siempre sin la participación de los padres– son quienes asumen, de maneras muy variadas, la formación menstrual de sus hijas o hijes. Ese acompañamiento, que esta vez busca sumar a la familia completa, es el que podrá tener lugar cuando se aborde esa segunda parte del libro que llama a la acción. Por otra parte, es la oportunidad de que la charla sobre el ciclo menstrual no quede ceñida a un único encuentro poco espontáneo o al mismísimo momento de la menarca. El primer viaje de Luna puede convertir la educación menstrual en un hecho cotidiano, a la vista de todas las personas que habitan un mismo hogar.

Desde luego, es un libro llamado a ocupar también la cotidianidad de las aulas de las escuelas primarias. Es respetuoso con modelos de gestión del sangrado propiciados por el activismo menstrual y el ecofeminismo (como la copa) y contempla en el mismo nivel a aquellas personas que prefieren productos más tradicionales, como las toallitas y los tampones desechables. Incluye formas alternativas de aliviar el dolor menstrual (que también puede no producirse), pero no descarta el uso responsable de analgésicos. Y, sobre todo, derriba muchos mitos y deja de vincular mecánicamente el ciclo menstrual con la capacidad reproductiva.

El primer viaje de Luna puede convertirse en el libro que acompañe la formación menstrual de una nueva generación de niñas, niñes y niños. A la vez, a quienes somos personas adultas, puede ayudarnos resignificar y “desocultar” el ciclo menstrual. Un libro al alcance de todas, todes y todos, y no solo por los precios de tapa populares de la editorial Chirimbote.

@AAUNAHUR


[1] Ver Iglesias, Mariana, “Día de la Salud Menstrual. Piden romper con el estigma de la menstruación”, en Clarín, 28 de mayo de 2020. Disponible en: https://tinyurl.com/a63dy2y9