El pasado 22 de octubre, en el marco del Seminario de Prácticas Investigativas, Sandra Araya y Estrella Martínez presentaron su proyecto “Trayectorias educativas protegidas (TEP). Construir una escuela para todos es pensar una propuesta pedagógica para cada uno”.

Las ponentes son egresadas de la Licenciatura en Educación de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR). Araya también es docente y coordinadora de la sede de Las Heras de la Licenciatura en Educación de la UNAHUR. Durante parte del período en que desarrollaron su investigación-acción (2017-2019), eran inspectoras de nivel secundario en el municipio de Hurlingham. “El trabajo que compartieron se desarrolló a partir de la convocatoria PIUNAHUR II (2017), vinculada específicamente con la escuela secundaria”, introdujo Cristina Magno, directora del Instituto de Educación de la UNAHUR. Luego detalló que los Seminarios de Prácticas Investigativas pretenden que docentes y estudiantes de profesorados se inicien en la investigación. “Investigar enriquece nuestras prácticas docentes”, afirmó.

“En la escuela, muchas veces, las y los docentes no asumimos el rol de investigadores, porque la tarea nos impone poner el cuerpo todos los días. Sin embargo, alentamos a registrar, a escribir, a dejar un entramado de investigación para generaciones futuras”, comenzó Araya. Y agregó Martínez: “Nuestras prácticas deben ser sistematizadas, para empezar a leernos en una clave latinoamericana. Hay que animarse a producir desde las propias prácticas”.

El trabajo con las TEP involucró a treinta escuelas secundarias de Hurlingham, y luego se incorporaron todas las escuelas técnicas de Tres de Febrero y de San Martín. Es decir, el desarrollo del proyecto requirió de la tarea de docentes y equipos directivos. Además, propició compromiso de toda la comunidad educativa.

“El sentido de las TEP fue universalizar el derecho a la educación secundaria y proteger las trayectorias de las y los estudiantes que sufrían algún tipo de desigualdad (social, emocional o pedagógica)”, desarrolló Martínez. “Entonces –prosiguió–, listamos las situaciones que considerábamos de vulnerabilidad: repitencia reiterada, ausentismo intermitente, situaciones de abandono, trabajo adolescente, enfermedades crónicas, maternidad y paternidad adolescentes, cuidado de hermanos, situaciones de discapacidad, situaciones de violencia, duelos, conflictos con la ley y egresos sin titulación”.

A partir de ese diagnóstico, se buscó tensionar las posibilidades de la normativa para construir un dispositivo institucional que acompañara y sostuviera trayectorias educativas. “Nuestro investigación se ancla allí donde se inscriben las fronteras de los que están por fuera de la norma, de los que no se corresponden con el lugar esperado de la escuela secundaria”, sostuvo Araya. También señaló que realizaron más de veinte entrevistas en profundidad a equipos directivos y encuestas a los distintos actores de la escuela. Por otra parte, se analizaron los proyectos institucionales de las escuelas.

Martínez dio algunas especificaciones sobre el dispositivo de TEP: “fue situado y cada institución podía construirlo de acuerdo con sus particularidades. Pensamos otras posibilidades para la promoción y la continuidad pedagógica. Semipresencialidad, promoción de materias previas, más cantidad de llamados a mesas de examen, cursadas a contraturno. También propusimos la planificación de Aprendizajes Basados en Proyecto (ABP) y nos apoyamos muchísimo en la figura del profesor acompañante de trayectorias”. Además, se garantizaron instancias de evaluación consensuadas entre docentes, con una promoción acompañada.

 “La escuela secundaria todavía sostiene prácticas excluyentes, a pesar de los mandatos de universalización del derecho a la educación”, aseguró Araya. Por eso, está convencida de que “se trató de una propuesta contracultural, que abandona las miradas de las pedagogías meritocráticas y habilita otras pedagogías del cuidado y la protección”.

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