La clase media, “más que una clase social unificada por sus propias condiciones objetivas de vida, es un conglomerado de grupos diversos que han adoptado una identidad subjetiva ‘de clase media’” (2010: 13). Esta es la hipótesis de Ezequiel Adamovsky, quien, en pocos años, consiguió que su Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003 se convirtiera en una obra de referencia en el campo de las Ciencias Sociales y las Humanidades.

Adamovsky es doctor en Historia por la University College London y Licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Además, es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Como profesor, se desempeña en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

La hipótesis de la obra que dio a conocer a este autor sostiene que la clase media es una especie de etiqueta que las personas se colocan a sí mismas para construir identidad. Esto quiere decir que, aunque las condiciones materiales de existencia no se correspondan con las que históricamente se asociaron a esta clase social, una gran porción de los argentinos y argentinos se autoperciben de clase media.

Durante los primeros años del siglo XX, se produce la “formación de una peculiar identidad nacional que sostenía que ‘ser argentino’ tenía que ver con determinada cultura (ser ‘civilizado’, ‘europeo’), e implícitamente se asociaba a un determinado origen étnico (blanco) y a una región (la pampeana, particularmente la ciudad de Buenos Aires)”, sostiene Adamovsky. Y agrega: “La identidad de clase media se edificó en gran medida sobre este ‘deber ser’ nacional y en oposición a los grupos que, implícitamente, quedaban excluidos de la norma” (2010: 65).

Esta construcción identitaria, de acuerdo con el autor, se vio reforzada a medida que se expandía el consumo y se hacía –y se hace– patente en los discursos publicitarios. Los productos y servicios ofrecidos empezaron a asociarse cada vez más a un determinado estilo de vida: “Se pretendía de ese modo inducir al consumidor a comprar para sentirse parte del grupo social al que aspiraba” (2010: 69). O sea, en símbolos de estatus social. La identidad de la clase media tiene también una cara negativa: la “inferiorización” de quienes no cumplen las pautas necesarias para pertenecer. Se trata de una etiqueta que impone jerarquías.    

Adamovsky dedica parte de su libro a analizar como el antagonismo de clases se profundizó durante el peronismo, y afirma que “gran parte de los sectores medios se alineó con la clase dominante”. Y aclara: “El peronismo hizo visibles esas divisiones y sin dudas las politizó de una manera peculiar, pero de ningún modo las creó. Esta politización de las diferencias sociales fue lo que contribuyó decisivamente, por reacción, a que naciera una poderosa identidad de ‘clase media’ (2010: 265)”. O sea, según el historiador, el peronismo llegó para modificar la distribución de los lugares que cada cual, se suponía, debía ocupar en la sociedad.

En tiempos en que crecen clamores contras los sectores populares desde medios hegemónicos y coaliciones políticas, pero también desde el seno de la propia sociedad trabajadora, la obra de Adamovsky es una buena herramienta para pensar qué se esconde detrás de la identidad de clase media y, sobre todo, a qué grupos sociales esta identidad les resulta de útil.

@AAUNAHUR