Antes de que este sábado 22 a las 11 hs se proyecte en la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) el documental Abandono de cargo, su director Alejandro Vagnenkos conversa con Aula Abierta.  

La flamante película de Vagnenkos rescata la figura de Luis “Pato” Lacoste, un docente de Lobos desaparecido en octubre de 1976. “Abandono de cargo muestra una sociedad que al día de hoy sigue sosteniendo algunas ideas bastante terribles, que tienen que ver con delatar al diferente”, sostiene. El realizador es coordinador de la Especialización de posgrado “Pedagogías de la imagen” y profesor titular de la materia “Modos de ver el mundo contemporáneo a través del lenguaje audiovisual” en la UNAHUR. Antes de Abandono de cargo, dirigió Jevel katz y sus paisanos (2005), Escuela trashumante (2015) y Dorados 50 (2021).

¿Cómo se presenta la posibilidad de narrar la historia de Pato Lacoste?

La historia me llegó en 2008 o 2009. Una compañera que trabajaba conmigo en el INFoD me la contó. Pato Lacoste había sido profesor de ella en el Profesorado y de su hermana, en la secundaria. Son las hermanas Graziano. Una de ellas, Andrea, estaba haciendo un trabajo de investigación y escribió un texto que se llama Amordazar la diferencia. Ella siempre me decía: “Con esto tenés que hacer una película”.

¿Por qué recién muchos años después sentiste que era el momento de hacerla?

En el medio pasaron otras dos películas. La historia de Pato Lacoste me parecía terrible, interesante, pero recién en 2016 percibí que en el país había algo siempre latente que volvía a generarse: el tema de la delación, de señalar a los otros. Entonces, empecé a buscar la forma de contar esta historia. Volví a a hablar con Andrea, fui a Lobos a a indagar. El trabajo de investigación que hacemos lo que nos dedicamos a los documentales requiere de mucha paciencia y tiempo.

“Me gustan mucho los documentales que mantienen el suspenso hasta la última escena, como en el buen cine policial”.

¿Resolviste cómo contar la historia cuando conociste a Silvana Nicolini?

Exactamente. Cuando la encontré supe cómo contar la película. Ella viene de Chascomús y se instala en Lobos por un amor. Hoy es la supervisora de educación artística de Lobos y Roque Pérez. Silvana empieza a investigar qué pasa con una sociedad que después de 40 años no hace absolutamente nada (o al menos bastante poco) con un profesor desaparecido. Silvina es el motor de la película; la que investiga, la que busca, la que encuentra, la que habla con aquellos que en su momento delataron a Lacoste: padres y madres de la Escuela Nacional de Lobos. Me gustan mucho los documentales que mantengan suspenso hasta la última escena, como en el buen cine policial. De hecho, la trama de esta película se va armando de a poco; necesita que los espectadores vayan hilando lo que va pasando.

La figura de Silvana te dobla como documentalista.

Cuando uno no encuentra un personaje tan fuerte, el director termina reemplazando al personaje en esta búsqueda. Pero yo quería un personaje que fuera el motor de búsqueda y la conocí a Silvana. Cuando uno termina de ver la película dice: “claro, la tenía re fácil”, porque ella funciona bárbaro, pregunta bárbaro, todo lo hace genial y genuino. Además, es muy fotogénica. Hay personajes que se cuentan solos y hay que ir detrás de ellos y solo ser muy prolijos. Creo que, en este caso, la película le debe mucho a Silvana.

¿Cómo realizás el trabajo de investigación y búsqueda de fuentes? ¿Es simultáneo a la realización?

Nunca salgo antes con la cámara. El trabaja de investigación es lo más maravilloso que tiene el cine documental. Primero leo mucho. A ese proceso de lectura sigue un momento de mucho acercamiento con la gente. No hay cámara por delante: no grabo, no filmo, no tomo notas porque creo que eso incomoda a quien está contando. Me acerco desde el mate y la charla. Instalar la confianza y el diálogo generalmente es lo que demanda el mayor tiempo en un documental.

Con algunos hablo más y con otros menos. Siento que hay personajes con los que está buenísimo hablar antes; conocerlos, que me conozcan, ganarme la confianza. Hay otros con quienes prefiero que el primer encuentro sea con la cámara, porque salen cosas más interesantes y, si no las grabo, hay que repetirlas.

“Instalar la confianza y el diálogo generalmente es lo que demanda el mayor tiempo en un documental”.

Cuando decidís no grabar, puede pasar que se pierda el registro de algún relato muy genuino que después, de alguna manera, hay que ficcionalizar. ¿Cómo se toman esas decisiones en las que parece que siempre se resigna algo?

Es el problema que tenemos los que hacemos documentales y no tienen los que hacen ficción. Hay algunas cosas que sucedieron y tenemos que repetirlas; hay otras cosas que perdemos. Hay que tomar decisiones todo el tiempo. Generalmente contamos las que salen bien y que están en la película. Pero están también las que salen mal y la lista es muy larga. Quizá más que la de las que salen bien. Pero para eso está, sobre todo, el oficio; hay algo que uno va aprendiendo aunque después se vuelva a tropezar.

¿Cómo abordaste el desafío de volver a contar el horror de la dictadura y de preservar la memoria sin descuidar el diálogo con un presente que siempre está mutando?

Cuando comencé el proyecto en 2016, los productores me dijeron que la historia que quería contar no era un tema de Lobos sino mundial. La delación por pensar o ser diferente es algo muy fuerte en otras sociedades. El tema del Pato Lacoste es absolutamente universal. Ahora, cuando pensamos la película en 2016 no me imaginaba el presente. A 40 años de la recuperación de la democracia, ha avanzado muchísimo el negacionismo. Hay muchos discursos negacionistas de los cuales uno ingenuamente se sorprende. Cuando se habla de la dictadura cívico-militar, de lo cívico se ocupa esta película.

“Hay muchos discursos negacionistas de los cuales uno ingenuamente se sorprende”.

¿Por qué Pato Lacoste es un persona interesante? ¿Qué perdió el pueblo con su desaparición?

En este caso era un profe diferente. Estudió Filosofía, propiciaba ciertas lecturas, que los pibes fueran al teatro; discutía qué significaba ser una autoridad dentro de la escuela, y eso a sus colegas los incomodaba. Tenía una librería en Lobos, y un proyecto cultural más allá de la escuela.

Hay algo que me encanta, que tiene que ver con el rol de la escuela. En 1976, toda su trama funciona para desaparecer al Pato Lacoste. Cuando desaparece, llega un telegrama del Palacio Pizzurno para que volviera a las aulas y no se considerara que había hecho abandono de cargo… Pero, en algún sentido, también es la escuela quien trae su recuerdo. Silvana es parte del sistema: es inspectora; la recuperación de los legajos tiene que ver con una acción de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, que corrige los legajos y ya no figura “abandono de cargo”, sino “desaparición forzada”. Es la escuela quien lo desaparece, pero también quien repone su memoria.

  

Abandono de cargo se estrenará en 2024, pero este año realizará su recorrido por festivales de cine y se presentará en distintos ámbitos más pequeños, particularmente para el debate entre docentes. En ese marco, el sábado 22 de abril a las 11 hs se proyectará en el aula 208 de la UNAHUR.

@AAUNAHUR