Se realizó el primer encuentro del ciclo Mateadas-UNAHUR, un espacio organizado por medio del Instituto de Educación de la universidad. Su invitado: Carlos Cullen, uno de los fundadores de la filosofía de la liberación.

La conversación, llevada adelante el pasado 24 de mayo en el auditorio de la UNAHUR, giró en torno a la educación, la ética y la política. La “perspectiva filosófica nuestra americana” y el “pensar desde la sabiduría popular” le dieron marco a una reflexión coordinada por Javier Río y Luciano Maddoni, docentes de Filosofía de la Educación.

“Me alegro que muchos y muchas hayan traído termo y mate, porque nos planteamos este encuentro como una mateada. La idea es que, en un clima de confianza, se animen a preguntarle cosas a Carlos”, introdujo Río. “Es un gusto estar acá y ver tantos rostros”, expresó el invitado.

A continuación, rescatamos algunas de las ideas más salientes que expuso Cullen en esta mateada filosófica. En todos los casos, sus palabras fueron motivadas por preguntas de los moderadores y del público que siguió el encuentro en el auditorio o desde cualquier otro sitio, gracias a la transmisión en vivo. Cullen es filósofo y educador, doctor en Filosofía y recientemente fue galardonado como Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de La Plata.

En un comienzo, el filósofo se refirió a su educación inicial, primaria y secundaria el sistema público de la ciudad de Santa Fe. “Éramos ocho hermanos y mi mamá era maestra. Nunca sabré cómo hizo para criarnos”, dijo. También contó que dedicó gran parte de sus esfuerzos a la ética y a la educación. A sus 80 años, continúa trabajando en cursos de posgrado: “Recorrí todo el país dando clases. A pesar de mis años, sigo con muchas ganas y disfruto escuchando las preguntas e intereses de alumnos y alumnas”.

Enseguida, Cullen hizo referencia a Rodolfo Kusch, el filósofo que más influyó en su trabajo y al que mencionó como “un grande entre los grandes de este país”. Y prosiguió: “Entre las muchas cosas que escribió, su libro América profunda es una obra muy importante. La profunda es la que el colonialismo desterró. Los que nos vinieron a conquistar dijeron que si queríamos pensar bien, ser buenos ciudadanos, el modelos eran ellos”. Luego se refirió a la diferencia que el castellano hace entre los verbos ser y estar: “Kusch la aprovechó para pensar la América profunda. Ser viene del latín sedere, que quiere decir ‘estar sentado’. Fue lo que el conquistador quiso imponernos. En cambio, estar viene del latín stare, que quiere decir ‘estar de pie’ marchando, caminando, buscando sentido a la vida’. Esa es la América profunda”.

Si bien desde la escuela secundaria Cullen se interesó por la filosofía, su preocupación por lo educativo llegó después. “Cuando el rector de la Universidad de Salvador me pidió que fuera a la Facultad de Psicología a dar unas clases de filosofía de la educación, se me iluminó todo”, contó. Enseguida expresó el núcleo central de su concepción educativa, alineada con la de Paulo Freire: “El que aprende enseña. Esto me parece clave para entender bien la educación bien. No somos los monopolizadores del saber los que enseñamos y no son los monopolizadores de la ignorancia los que aprenden. Todos aprendemos y enseñamos. Por eso, confío en que hoy me voy a ir de acá con nuevos aprendizajes”.        

A la hora de argumentar sobre la importancia de la filosofía de la educación en la formación de los y las docentes, se refirió a la diferencia entre las nociones de información y de conocimiento. “Estamos saturados de ella –afirmó–, pero la información no es el conocimiento. Aunque, sin dudas, para conocer hay que informarse”. Más adelante, puso en consideración un tercer término que atribuyó a Kusch: la sabiduría popular.   

Al momento de pensar la relación entre la ética, la política y la educación, fue obligada la alusión al momento fundacional de la filosofía de la liberación. “Por los comienzos de 1970 –recordó–, se organizó un congreso nacional de filosofía en Altagracia, Córdoba. “Fuimos con varios amigos. Como gobernaban los militantes, nos fuimos corriendo apenas terminamos de leer nuestras ponencias. Ya cuando estábamos tomando un café, se nos ocurrió fundar la filosofía de la liberación”. Además, argumentó acerca de la necesidad de esa nueva manera de pensar la filosofía: “En ese momento nos llamaban subdesarrollados. La escuela se suponía que nos iba a desarrollar. El pequeño detalle era que, para desarrollarnos, los que nos decían subdesarrollados tenían que desarrollarse aún más. Siempre íbamos a ser subdesarrollados. Dijimos que había que dejar de hablar de subdesarrollo y pasar a hablar de liberación”. Siguiendo a Kusch, se propusieron recuperar el estar de la América profunda: “Salimos del bar con las lágrimas en los ojos. La pedagogía de la liberación después se extendió por Uruguay, por Chile, Brasil, Ecuador, Perú y México”.      

Por último, se refirió a la persistencia de la imposición del ser colonial que, según opinó, puede ser conjurado con el auxilio de las verdades seminales (otro término de Kusch) de la América profunda: “Son semillas que brotan. No sé bien por qué, pero lo hacen. Las verdades seminales de nuestra América profunda pueden ayudarnos a fructificar desde lo nuestro, y no simplemente a imitar lo que se supone que es mejor”.

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