En el marco de la Semana de la Biotecnología, que tuvo lugar en la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) entre el 13 y el 16 de junio, se proyectó el documental Piovano, a través de la pandemia (2021). Aula Abierta conversa con su protagonista, la infectóloga Gabriela Piovano.

Marcela Balza, la directora del documental, le había contado a Jorge Dorio su interés en contar la historia de una mujer. A él se le ocurrió convocarme”, relata Piovano, quien también participó de la escritura del guion. “Aprovechamos la oportunidad para plantear las discusiones que se dieron durante la pandemia y fijar nuestros conceptos”, agrega la infectóloga.

Piovano, a través de la pandemia se desliza, durante sesenta minutos, por las entrañas de la reciente crisis sanitaria, económica y social que causó la COVID-19. “No pudimos usar todo el material que teníamos –dice la médica–. El caso del dióxido de cloro apenas se menciona, pero llegamos al punto de que un juez ordenó que debían suministrarle esa sustancia venenosa a un paciente. Más que un documental, hubiéramos necesitado hacer una serie”. Además se refiere al impacto que tuvo la enfermedad entre el personal de la salud: “Por primera vez, sintieron que podían dañar a sus propios familiares y eso fue muy fuerte”.

Durante la pandemia, muchas personas llegaron a reconocer a Piovano como “la infectóloga del pueblo”.No obstante, ese reconocimiento estuvo apoyado en un recorrido vital previo: “Vengo de una familia de artistas –cuenta–. La cuestión de la palabra y la política fue siempre muy fuerte en mi vida. Además, cuando estudiaba en la Facultad de Medicina, fui secretaria de Prensa, Difusión y Cultura del Centro de Estudiantes”. Por otra parte, su compromiso en el hospital Muñiz con los/as pacientes con VIH/SIDA la marcó para siempre: “Desde que empecé en el hospital, me sentí identificada con esa población (y no solo como la médica que los trata). La idea es fortalecer a la gente para que florezca y pueda tomar comando de su situación”.

Ese trabajo al lado de pacientes que padecían la discriminación y la indiferencia no se ciñó al ámbito de la medicina; Piovano extendió su influencia a la través de los medios de comunicación. “Insistí para vender el cuidado como una gaseosa. No solo desde el lugar del miedo. En ese marco, nacen campañas como la de Sin triqui triqui, no hay bang bang”. También encabezó programas de radio sobre el tema: en 1996, estuvo al frente de “Por las dudas, escuchá”, en FM La Boca y, entre 2007 y 2022, tuvo su espacio en Radio Gráfica. Así, fue desarrollando la habilidad de poner la información al servicio del entender de la gente.

Ya con más distancia, la infectóloga analiza su rol durante la pandemia, que tendió un puente entre el saber científico y la sociedad. “Había dos modelos en puja –explica–: uno liberal, en que la información es un bien que se cobra; y otro solidario, colectivo, que considera que la información es un bien para repartir. Defendí ese segundo modelo, que buscaba evitar que la gente se enfermara y que pudiera vivir en las mejores condiciones posibles”.

Apenas la COVID-19 comenzó a inquietar a la población argentina, por marzo de 2020, las y los comunicadores descubrieron en Piovano a alguien que tenía la capacidad de verter lo complicado en términos sencillos y de llevar tranquilidad: “Empezaron a convocarme de muchísimos medios y la gente también empezó a seguirme. En algunos momentos, llegué a tener la sensación de que prácticamente estaba en cadena nacional”.

En el aspecto formal, Piovano, a través de la pandemia presenta un rasgo curioso: la protagonista aparece como entrevistada, pero también como entrevistadora. “Con Marcela Balza, nos planteamos presentar los argumentos de manera tal que se entendiera nuestra postura. Cuando entrevistaba a otros profesionales, también me validaba. No quería ser solo solo yo la que afirmaba. Aunque ya supiera la respuesta, quise ponerla en boca de otros”, argumenta la médica.

“Quedó en evidencia que la población, en general, no cuenta con elementos para sopesar quién le está diciendo la verdad y quién le está mintiendo –refexiona–. Si bien la verdad tiene un componente subjetivo, también están los resultados empíricos. Sabíamos que la escolaridad presencial iba a precipitar los contagios, y sin embargo, avalada por el poder judicial, se implementó en la Ciudad de Buenos Aires en medio de la pandemia”.   

El duro tránsito pandémico dejó una lección fundamental que Piovano anhela que no se pierda:  hay que tener un sistema de salud fuerte. En ese sentido, el documental dirigido por Balza puede ser una poderosa herramienta para que no se pierda la memoria.

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