Hubo que esperar 75 años para contar con la primera edición en castellano de la novela Os ratos (El día de las ratas) del brasileño Dyonelio Machado. La traducción de Claudia Solans se publicó en 2010 bajo el sello de Adriana Hidalgo editora.

Al menos desde que, en 1928, Oswald de Andrade publicó su “Manifiesto antropófago”, una buena porción del colectivo artístico brasileño devora y metaboliza muchas obras canónicas de Europa para dar luz a creaciones originales, sujetas al suelo del único gigante sudamericano que habla en portugués. En la música, el tropicalismo nos trajo ese impulso a través, sobre todo, de Caetano Veloso. En el cine, menos conocido en el Río de la Plata, se destacó la figura de Glauber Rocha. Dyonelio Machado, aún hoy, es casi ignorado en la América hispanohablante.

Podría pensarse que este autor juega a ser una Virginia Woolf (La señora Dalloway) o un James Joyce (Ulises) periférico… Sería más exacto considerar que la deglución de estos dos clásicos da como resultado un día en la vida del modesto empleado público Naziazeno Barbosa, que debe deambular sin descanso por las calles de Porto Alegre para conseguir el dinero que le permita saldar una deuda con el repartidor de leche. Su esposa Adelaide y su pequeño hijo lo esperan en casa.

El desasosiego del protagonista aumenta de capítulo en capítulo, ante cada negativa, ante cada esfuerzo vano. Quien lee se siente exhausto a la par de Naziazeno, que en los páginas finales ya parece caminar dormido o, diríamos hoy, como si fuera zombie. Por fin se encontrará con su cama, con la promesa del descanso. Sin embargo, también en su propio hogar viven las ratas.

El día de las ratas nos permite acercarnos a la literatura de Brasil, un país muy cercano al que conocemos tanto como desconocemos.   

@AAUNAHUR