El pasado 15 de agosto se realizó el encuentro “Pensar la ESI y la formación: cuerpos, género y saberes” en el auditorio de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR). Las oradoras: la Dra. Agustina Cepeda y la Dra. Cecilia Rustoyburu, integrantes del Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades del Centro de Estudios Sociales y Políticos (CESP) de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP).

Mariana Lavari, docente, investigadora y coordinadora del equipo de ESI de la UNAHUR, agradeció la presencia de las oradoras, que viajaron desde Mar del Plata para compartir su trabajo. Asistieron al encuentro estudiantes del Instituto de Educación, pero también quienes cursan la Materia UNAHUR sobre ESI y pueden estar inscriptos/as en carreras de otros institutos. También estuvieron en el auditorio la Lic. Cristina Magno, directora del Instituto de Educación; y la Lic. Adriana Fernández Souto, directora del Profesorado Universitario de Biología.

 “El encuentro de hoy tiene que ver con pensar el cuerpo, la ESI y los saberes en perspectiva de género. Paula Di Marzo, de nuestro equipo de ESI, participó en mayo de un encuentro en la UNMDP y se está promoviendo que las universidades en diálogo podamos pensar de qué modo la ESI es importante para la formación universitaria”, introdujo Lavari, que luego presentó a las oradoras.

Rustoyburu es doctora en Ciencias Sociales, titular de la cátedra de Sociología de la Ciencia del Dpto. de Sociología de la UNMDP e investigadora adjunta del Conicet. Cepeda, por su parte, es docente de la Facultad de Humanidades y de Ciencias de la Salud de la UNMDP y coordinadora de ESI de la Dirección de Educación Superior del Ministerio de Educación de la PBA. Investigan sobre hormonas y medicalización de la reproducción y son coautoras del libro Tecnologías biomédicas y feminismos. Las autoras donaron algunos ejemplares a la biblioteca de la universidad.

“Cecilia y yo somos la primera generación de universitarias en nuestras familias. Nuestros primeros temas de investigación en la Facultad de Humanidades de la UNMDP fueron anteriores a que la ESI fuera ley”, dijo Cepeda. Y agregó: “Siempre buscamos que lo que trabajamos colectivamente en el proceso de investigación también sea un insumo para nuestras clases. No escindimos la investigación de la carrera docente”.

El primer tema de investigación de Rustoyburu fue la medicalización de la infancia; Cepeda, por su parte, dedicó sus esfuerzos iniciales a estudiar los procesos judiciales padecidos por mujeres que habían interrumpido su embarazo. “Compartimos más de cinco años de trabajo de archivo en la Biblioteca de Medicina de la UBA. Nos pasábamos horas revisando revistas para entender cómo se fue construyendo la interpretación genérica y binaria de los cuerpos”, relató Cepeda.

“Trabajamos en un proyecto de investigación en el que pensamos las tecnologías biomédicas, en particular en torno de las hormonas sexuales y sexuadas; pero también los anticonceptivos”, introdujo Rustoyburu. Las investigadoras también estudiaron los procesos de hormonización de las personas trans. “Hoy tenemos dos proyectos de investigación: uno sobre personas trans y hormonización; y otro ligado a la coproducción de las tecnologías biomédicas y el activismo”, sintetizó.

Rustoyburu eligió una cita de la poeta y feminista Audre Lorde para adentrarse en el tema de la exposición: “Que ocurriría si un ejército de mujeres con un solo pecho descendiera sobre el Congreso y demandara la prohibición del uso de hormonas carcinogénicas que se almacenan en los tejidos grasos”. Y comentó: “Uno de los ejes importantes que estamos trabajando tiene que ver con el activismo feminista y con la necesidad de que estos saberes que vamos a plantear se transformen en activismo”.

A continuación, estableció el marco teórico y epistemológico que orienta su trabajo: las epistemologías feministas que discuten la producción del saber y del saber científico; el tecnofeminismo; y el paradigma de la interseccionalidad. Con respecto a este último punto, señaló: “Las políticas públicas deben intervenir es escenarios donde hay desigualdades de género, de clase, de edad, de etnia”.

Rustoyburu recurrió a la obra Cuerpos sexuados (2006), de Anne Fausto Sterling, para problematizar la diferencia sexual y cómo se construyen las hormonas y los cuerpos como sexuados. “La idea de las hormonas sexuadas, de que existen hormonas masculinas y femeninas, es una construcción histórica”, afirmó. Además, siguiendo a Thomas Lacqeur, situó en el siglo XVIII el comienzo de la lectura de los cuerpos femeninos y masculinos como “dos biologías completamente diferentes”. Y explicó: “A partir de entonces, a las mujeres se nos asocia a la reproducción y nuestro cuerpo es leído como hormonal y sometido a ciclos. La medicina de la mujer está asociada a los sexual y lo reproductivo”.

“Podríamos organizar la realidad corporal con otra lectura e interpretación –profundizó Cepeda–. Cada vez que usamos la palabra epistemología nos referimos a las formas en que interpretamos esas realidades materiales”. Luego presentó los dos casos de estudio que desarrollarían: el test de embarazo y el implante anticonceptivo subdérmico, conocido como el chip. “Son dos tecnologías que se coproducen, que son apropiadas por las personas a las que están destinadas, pero que tuvieron como punto inicial la intención de regular el comportamiento de los cuerpos sexuados”, señaló.

Sobre el test de embarazo, sostuvo Cepeda: “No fue creado para que las mujeres pudiéramos conocer si estábamos embarazadas en la privacidad de nuestros hogares. Querían saber si una mujer se había hecho un aborto para incriminarla en un proceso penal. Nació con una idea de controlar al cuerpo reproductor”. Sin embargo, en 1967, cuando Margaret Crane inventó el primer test portable de embarazo, las mujeres se apropiaron de ese dispositivo. “Ya no es el profesional el que hace el test y esa información ya no es pública. La mujer va a tener la capacidad de decidir”, explicó.

Luego, antes de referirse al implante subdérmico, Rustoyburu hizo algunas apreciaciones sobre la píldora anticonceptiva. “¿Por qué no hay una para los hombres? –se preguntó–. En la historia de la medicina, de la biología, los cuerpos que fueron pensados como reproductivos son los de las mujeres. Este tipo de tecnologías se piensan para el cuerpo reproductivo. Tendríamos que transformar esa idea sobre los cuerpos sexuados antes que el desarrollo tecnológico”.  

Acerca del implante subdérmico de larga duración, historizó: “Fueron pensados para políticas de población en países empobrecidos y en sectores sociales empobrecidos. Particularmente, para mujeres que por distintas razones no lograban sostener la toma de la píldora. Es un guion diferente al de la píldora, ya que no promueve la autonomía, sino la adherencia. Una tecnología que permite que el dispositivo se adhiera por más que la mujer no tome el anticonceptivo”. Por último, se detuvo en que la introducción de este método anticonceptivo en la Argentina fue acompañado por un discurso diferente, que apuntaba a que las jóvenes destinatarias ganaran en autonomía. “Hay distintos guiones de diseño de métodos anticonceptivos y también resignificaciones de esos guiones”, concluyó.

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